Lourdes Oña es la enfermera responsable de la consulta monográfica de enfermedades hepáticas del Hospital Universitario Ramón y Cajal desde que esta se pusiera en marcha ya en 2015.

El motivo por el que se creó, explica, fue el manejo de los pacientes con hepatitis C que entonces comenzaban a tratarse con los antivirales de acción directa. Gracias a estos tratamientos, los pacientes con hepatitis C se han ido curando en su mayoría y otros con distintas patologías relacionadas con el hígado han ido ganando terreno en esta consulta, como los que presentan cirrosis y muy especialmente aquellos que presentan un hepatocarcinoma celular.

Lourdes forma parte de un equipo multidisciplinar en el que se decide qué pacientes pueden beneficiarse de su consulta de enfermería y donde el trabajo, detalla, es muy variado y va desde la gestión de pruebas para que estas se realicen dentro de los plazos establecidos y se reduzca el número de veces que tienen que acudir al hospital hasta la gestión del transporte en ambulancia o de un hospital de día en el caso de pacientes con insuficiencia renal.

Hepatocarcinoma celular

Cuando se trata de pacientes con un hepatocarcinoma celular en los que la enfermedad ha progresado y hay que recurrir a un tratamiento sistémico, su labor va más enfocada al cuidado. “En estos casos, hacemos una valoración para tener una fotografía basal antes de empezar el tratamiento. Además, les explicamos en qué consiste el tratamiento que se les ha prescrito, cómo tomarlo si es oral o cuál es la periodicidad y cómo son los circuitos en el caso del intravenoso, cuáles son las precauciones que deben adoptar en ambos casos, los posibles efectos adversos que pueden presentarse y cómo actuar o cuándo alarmarse y acudir o contactar con nosotros. Además, se programan las siguientes visitas, se hacen las analíticas que precise y el seguimiento de efectos secundarios”, detalla.

Como explica Lourdes Oña, “en algunos grupos terapéuticos, los efectos adversos son serios, por eso, es muy importante que hagamos un correcto seguimiento, para asegurarnos de que hay una adecuada adherencia terapéutica. Debemos apoyar y ayudar al paciente siempre, especialmente si surge algo que puede hacer que abandone el tratamiento; nuestra labor ahí es fundamental”.

El espectro de posibles efectos adversos en estos casos es amplio, así, están aquellos relacionados con la piel, la tensión arterial, las alteraciones del ritmo intestinal, el cansancio, la hiporexia… “mi labor es que sepan que estos efectos pueden aparecer y si es así que les den la importancia que tienen y conozcan cómo hacerles frente. Además, siempre les damos la opción de contactar con nosotros si ven que se les escapa de las manos”.

La empatía con estos pacientes es fundamental y es que, como señala Lourdes Oña, hay momentos en los que pueden venirse abajo, por ejemplo, si se desestima el trasplante hepático. “Cuando eso sucede, el paciente siente que el suelo sobre el que pisa empieza a temblar. Ahí tenemos que ser fuertes y apoyarles, a ellos y a sus familias”, hace hincapié.

Para esta enfermera es una suerte contar con consultas monográficas especializadas como esta, sin embargo, no todos los hospitales disponen de ellas, a pesar del beneficio que supone para los pacientes. “Como partes del equipo multidisciplinar, cada uno aporta su conocimiento y nosotras somos las expertas en el cuidado”, incide.

El estigma de la cirrosis

En el caso de los pacientes que llegan a esta consulta y presentan cirrosis derivada del consumo de alcohol, esta enfermera destaca el estigma asociado a la enfermedad ya que tiende a pensarse que son personas que consumen grandes cantidades de alcohol cuando la realidad no difiere tanto de lo que la sociedad considera un consumo moderado. “Socialmente está muy aceptado el consumo de alcohol, todo se celebra comiendo y bebiendo y la mayoría de las personas creen que la cirrosis sólo afecta a los alcohólicos, pero no es así. Más allá de una cerveza diaria en la mujer o dos en el hombre es ya un consumo de riesgo, sin embargo, la población no lo percibe así y cuando se habla de cirrosis se piensa en un perfil que no siempre corresponde al real. Debemos hacer un esfuerzo en este sentido y educar en un consumo responsable”, apunta.

Hígado graso

Lourdes Oña ha visto cómo en los seis años al frente de esta consulta el perfil del usuario ha ido cambiando y ahora, gracias a tratamientos capaces de curar la hepatitis C, estos pacientes, razón por la que se creó la consulta, han pasado a un segundo plano. Sin embargo, desgraciadamente, ve cómo se está incrementando un nuevo perfil, el del paciente con hígado graso no alcohólico, vinculado a un estilo de vida marcado por una mala alimentación y el sedentarismo. “La diabetes tipo 2, la obesidad, el síndrome metabólico… son todos factores de riesgo que podemos prevenir y que, sin embargo, están dando lugar a que cada vez haya más personas con hígado graso no alcohólico que pueden derivar en una cirrosis y acabar en consultas como la nuestra”. Por ello, concluye esta enfermera, “es fundamental que eduquemos a la población en hábitos saludables. La educación de la población en salud es una labor eminentemente enfermera y debemos actuar si queremos evitar que nuestras consultas se llenen de pacientes que presentan cirrosis por esta causa con todo lo que ello conlleva”.

 

Fuente: diarioenfermero.es

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