Nueve de cada diez españoles de 15 a 64 años había tomado alcohol alguna vez en su vida, según la encuesta EDADES de 2022 del Ministerio de Sanidad, y el 64,5% lo había hecho en el último mes.

El consumo de alcohol es algo cultural en España: al salir del trabajo se toman unas cañas, a una cena en casa de amigos se lleva una botella (o dos) de vino. Casi todo el ocio está relacionado con bebidas alcohólicas y los expertos advierten del riesgo de esta normalización. “Es una sustancia intrínsecamente adictiva, más que el cannabis”, advierte convencido Ramón Bataller, jefe de hepatología del Hospital Clínic de Barcelona. Por eso, autoridades y expertos están de acuerdo en que hay que tomar medidas para atajar este problema. La cuestión es cuáles.

En 2018, Escocia impuso a las bebidas alcohólicas un precio unitario mínimo (MUP, por sus siglas en inglés) de 50 peniques por cada unidad de alcohol (10 mililitros) que contuvieran para reducir su consumo. El pasado marzo, la revista The Lancet publicaba un artículo en el que se evaluaba la eficacia de esta medida: cinco años después se han reducido las ventas en un 3%, se han evitado una media de 156 muertes al año completamente atribuibles al alcohol y 411 hospitalizaciones por la misma causa. Si en Escocia ha dado resultado, ¿se puede reducir el consumo de alcohol en España poniéndole un precio mínimo?

Para poder hacer una comparativa, EL PAÍS ha buscado los precios de distintas bebidas alcohólicas en los principales supermercados españoles y ha calculado el precio equivalente en euros que tendrían en Escocia (teniendo en cuenta esa cifra mínima de 50 peniques, la graduación y el contenido de cada bebida). En España, la lata de cerveza de 33 centilitros más barata cuesta 29 céntimos, y su contenido de alcohol es de 1,7 unidades. Si se comparara con Escocia, el precio sería de 91 céntimos, más del triple. En el caso de la ginebra, la más barata en supermercados españoles cuesta 5,49 euros; en los escoceses no puede costar menos del equivalente a 13 euros.

Tanto Bataller como Albert Espelt, coordinador del Grupo de Alcohol de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), están de acuerdo en que imponer un precio mínimo es una medida eficaz para reducir el consumo de alcohol entre la población. Sin embargo, reconocen que, por sí sola, el efecto sería muy pequeño.

Bataller, que es portavoz de la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH) para enfermedades hepáticas relacionadas con el alcohol, explica que una medida así debe acompañarse de educación desde una edad temprana, concienciar a los más jóvenes para que no consuman alcohol. “También hay que ofrecerles opciones alternativas de ocio”, añade Jorge Jiménez, educador de la plataforma FERMAD Vive Contigo, dedicada a ayudar a personas con adicciones y a sus familias. “Si la alternativa es ir al teatro, pero la entrada cuesta lo mismo, o más, que salir de fiesta o irse de botellón, no estamos dando grandes alicientes”, manifiesta Jiménez.

Los dos sanitarios coinciden en que, a nivel regulatorio, las medidas que se han aplicado en España están bien, pero deben aplicarse de verdad, sobre todo cuando se habla de menores de edad. La edad media de inicio en el consumo de alcohol es a los 14 años, “cuatro años antes de la edad legal”, recalca Espelt. El experto de la AEEH insiste en que, si sólo se sube el precio de la bebida y no se conciencia, cuando esos menores sean adultos y puedan permitírselo la consumirán igualmente.

Normalización familiar

El 74% de los adolescentes españoles ha probado el alcohol. En el último mes, lo ha tomado el 54% y el 23% se ha emborrachado en ese periodo, según los datos de la encuesta ESTUDES 2022. “Cada menor que bebe alcohol va asociado a un adulto que lo ha hecho posible”, sentencia Bataller. Esto lo achacan a la normalización que se da desde el propio entorno familiar, todo se celebra con vino o cerveza. 

Jorge Jiménez, de FERMAD, asegura que el inicio de esa normalización se da cuando los niños ven a su familia consumir alcohol como motivo de ocio o alegría. “La primera vez que se prueba el alcohol suele ser en el entorno familiar”, continúa el educador. Espelt, de la SEE, cree que es interesante preguntarse cuándo fue la primera vez que se vio a alguien beber alcohol: “Seguramente, el día de tu nacimiento o en tu primera Navidad ya había familiares brindando con cava”, sugiere.

Otros dos pilares de esta normalización son la publicidad y las series de televisión. El epidemiólogo sostiene que las campañas publicitarias intentan vender una relación entre el propio alcohol y un uso saludable del mismo: “Muestran personas bebiendo, no de fiesta, pasándoselo bien en la playa, con amigos, incluso haciendo deporte”. En las series y el cine es “muy fácil”, dice, ver que alguien se toma una cerveza o una copa con cualquier pretexto; algo que no debería ser lo normal, añade.

Los expertos hablan también de un cambio en la forma de consumo. Antes, según Espelt, era un patrón más mediterráneo, quizá se hacía todos los días, pero en menor cantidad. Ahora, sobre todo los jóvenes, practican lo que se conoce como binge drinking o atracón: beber mucho alcohol en poco tiempo. Según el Ministerio de Sanidad, se considera atracón el consumo a partir de cinco bebidas alcohólicas, para los hombres, o de cuatro para las mujeres, seguidas o en un intervalo de dos horas.

Esta conducta puede predisponer a sufrir enfermedades hepáticas (como la cirrosis) y alzhéimer, entre otros, explica Bataller, del Clínic: “Es un consumo de riesgo por definición”. El efecto negativo del alcohol es peor cuanto más corta es la edad de inicio. Hay más posibilidades de desarrollo de cirrosis y de caer en una adicción, cuenta el hepatólogo.

Los daños afectan menos a los ricos

“Además, puede ocasionar daños neurológicos en los adolescentes al no tener el cerebro completamente desarrollado”, agrega Espelt. El epidemiólogo hace hincapié en que los patrones de consumo que se adoptan en la adolescencia son muy difíciles de erradicar en la vida adulta: “Todo lo que normalizas en esa etapa es muy difícil cambiarlo después”. La encuesta ESTUDES 2022 muestra que el 28% de los jóvenes entre 14 y 18 años practicó el binge drinking en el último mes.

Entre las regiones de la OMS, la europea tiene el nivel más alto de consumo de alcohol y la mayor proporción de bebedores. Más de 200 millones de personas corren el riesgo de desarrollar cáncer atribuible al alcohol, según datos de la propia organización. La OMS informa también de que, en cualquier sociedad, se registran más muertes y hospitalizaciones relacionadas con el alcohol en las poblaciones desfavorecidas y vulnerables. Los bebedores más ricos sufren menos esos daños del alcohol, para una misma cantidad y patrón de consumo.

Espelt es consciente de ello y por eso cree que medidas como el MUP escocés sirven sobre todo para alejar del alcohol a los consumidores más vulnerables. Escocia no ha sido el único territorio europeo en implantarlo; Gales lo incorporó a su legislación en 2020, pero todavía es pronto para tener un análisis de su efecto.

“Si lo hago caro, la gente no accede, y si lo hago poco disponible, no lo encuentra”. De esta forma resume Espelt los enfoques más eficaces para acabar con el consumo de alcohol, aunque resalta que se quedan en nada si no van acompañados de prevención y educación en salud pública.

 

Fuente: El País

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