Cada vez más se habla de la obesidad, ¿pero sabemos realmente qué es y qué significa? Parece que no. De hecho, lo demuestran unas cuantas encuestas. La mayoría de la población considera que es un estilo de vida, y niega aquello que es realmente, una enfermedad. Con esta desinformación, la doctora Andreea Ciudin, jefa de la Unidad de Tratamiento Integral de Obesidad del Hospital Vall d’Hebron, concede una entrevista.

Con ella intentaremos entender esta enfermedad, que afecta cada vez más a una mayor población. Ahora mismo, una persona adulta de cada tres tiene obesidad. Y la cuestión que preocupa más a los expertos es que cada vez hay más niños que la padecen. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya la ha declarado una epidemia global.

Estos últimos años se ha hablado de la obesidad, ¿pero la sociedad sabe realmente qué es y qué significa? ¿O tenemos una visión falsa?

Es una muy buena pregunta. Porque parte del problema viene de aquí. Porque la sociedad, en general, considera que la obesidad es una elección libre de estilo de vida, y que la persona que tiene este problema es porque come y no tiene fuerza de voluntad para parar. Esta creencia ha contribuido a que no se haga nada. Ha hecho que la obesidad no haya sido tratada como una enfermedad, que es lo que es en realidad. siempre se ha insistido en comer menos y hacer más ejercicio, y se ha dado la idea de que si no lo haces es porque no tienes ganas o te falta fuerza de voluntad. También el sistema sanitario. Hemos maltratado a las personas con obesidad. La Sociedad Española de Obesidad ha realizado una encuesta para saber cuál era la idea de la población general. Y a diferencia de otros años, en que la mayoría de los entrevistados decía porcentaje de personas, sobre todo los más jóvenes, que sí que lo considera una enfermedad. Pero aún hay una gran parte de la población que no.

Ahora existe este movimiento del body positive.

Esto es muy peligroso. Creo que este movimiento está enfocado de manera errónea. Estoy de acuerdo en que no se ha de estigmatizar a las personas con obesidad. Ni juzgarlas por su cuerpo. Pero esto no quiere decir que lo tengamos que aceptar y no hacer nada. Estas personas tienen una enfermedad. La primera cosa que hay que saber es que ésta no es una enfermedad de exceso de kilos, sino de grasa. Por tanto, a las personas con exceso de grasa se les va inflamando el hígado, el riñón, el corazón… Y aunque seas joven, si tú tienes un exceso de grasa, tienes un riesgo más alto de tener una enfermedad cardiovascular, un cáncer, una depresión o cualquier complicación. Por eso digo que este movimiento se ha de coger con pinzas y dar el mensaje correcto. No se ha de estigmatizar ni juzgar a la personas por su cuerpo, pero se ha de poder decir que tiene una enfermedad que se ha de tratar. Eso sí, se ha de tratar correctamente, no con cualquier dieta.

Por tanto, ¿qué sintomatología tiene alguien con obesidad? ¿No todo el mundo que tiene unos cuantos kilos de más tiene esta enfermedad, no?

No, por descontado. De hecho, durante muchos años se ha cometido otra equivocación de esta enfermedad. Durante mucho tiempo se ha clasificado y definido la obesidad a partir del índice de masa corporal (IMC). Esto se calcula basándose en ti peso y tu altura. Pero esto no tiene en cuenta tu composición corporal. De estos kilos, ¿qué porcentaje es músculo y cuál es grasa? ¿Qué me dice un índice de masa corporal de 32? Es un cálculo matemático, pero una persona que con este IMC puede tener un 90% de músculo si es culturista, por ejemplo, o bien puede tener un 60% de grasa. Y ambas, con este índice, las pones en el mismo cajón, aunque es obvio que no es igual. Una necesita tratamiento y la otra no. Los profesionales que nos dedicamos a esto intentamos cambiar el concepto. Ahora siempre decimos que la obesidad no es el IMC, no es el número de kilos, sino el porcentaje de grasa.

¿Y a partir de qué porcentaje de masa corporal se puede considerar a alguien obeso, metabólicamente?

Tú puedes tener un IMC de 26, pero si tienes un 40% de grasa, metabólicamente tu cuerpo se comporta como obeso. Sé que es un cambio de concepto que cuesta, porque estamos acostumbrados a ver el volumen y no el interior. En la mayoría de los casos, si el IMC es alto, hay más grasa corporal. Pero casi un 30% no encajan. Por eso es importante insistir. Es importante cambiar el discurso, no enviar al paciente a perder kilos, sino a cambiar su composición corporal. Puede ser que pierdas cinco kilos, y que parezca poco. Pero si tú por dentro has aumentado masa muscular y has bajado grasa, en el ámbito de salud y metabólicamente el cambio es muy significativo. Porque el músculo pesa más. Por tanto, el número de kilos absolutos no es tan relevante como la composición corporal. En definitiva, la obesidad es una enfermedad causada por el daño de exceso de grasa.

Por tanto, ¿un error que se comete muchas veces es pensar que la dieta lo es todo?

Sí, exacto. La dieta es un punto muy pequeño, dentro de un circuito enorme de causas y de factores. La dieta no lo es todo, aunque es una parte importante. La cosa realmente importante es saber cómo hacerla. Y, sobre todo, ser conscientes que cuando una persona empieza a hacer una dieta, su cerebro empezará inmediatamente a actuar en contra de ella. Y así es como se pone en marcha el mecanismo para volver a ganar peso o el fracaso de la dieta. No se podrá aguantar si no se hace bien y no se tienen en cuenta algunos factores.

¿Como ahora?

Hace millones de años, cuando nos desarrollamos, nosotros no teníamos que comer en cada paso, por tanto, nuestro sistema era genéticamente ahorrador de energía. Ahora tenemos comida en cada esquina, y además comemos mucha porquería, que es muy calórica y poco nutritiva. En consecuencia, nuestro sistema lo retiene todo. Y de aquella época que vivíamos como cazadores y nómadas tenemos unos sistemas de autodefensa. Cuando perdemos peso, el cuerpo quiere conservar la grasa y preservarla, porque es su depósito de energía. Si el cerebro sabe que tiene grasa, está cómodo, porque es como tener comida guardada. En casos de escasez, recurría a ella. Pero esto hoy ya no tiene sentido, porque caminamos dos pasos y encontramos una máquina donde podemos comprar alguna cosa. Cuando empiezas a perder grasa porque haces una dieta, tu cerebro automáticamente te hará bajar la capacidad de quemar calorías para preservar esta grasa y recuperarla. Si no haces bien la dieta, acompañándola de ejercicio físico, también perderás masa muscular y, por tanto, tendrás menos capacidad de perder calorías. Al final, el órgano que se come las calorías es el músculo. Si tienes poco, quemarás poco. Y si, además, el cerebro te hace bajar la capacidad de quemar calorías, en cuanto dejes la dieta, aunque sea sólo en un momento puntual, ganarás kilos.

¿Qué más pasa en nuestro cerebro cuando hacemos dieta?

Cuando hacemos dieta, también bajan las hormonas que nos provocan la sensación de saciedad, y aumentan las que provocan hambre. Precisamente, lo hacen para recuperar la grasa. Por tanto, dar una dieta a alguien con obesidad y que vayan haciendo no es la solución. Es necesario ir introduciendo pequeños cambios en la dieta, que no sean bruscos. También se ha de acompañar con fármacos y ejercicio adaptado a la persona con obesidad que nos ayuden a compensar estos mecanismos de supervivencia.

¿Esto es lo hacéis en la Unidad de Tratamiento Integral de Obesidad del Vall d’Hebron? ¿No se puede abordar sólo desde una disciplina, no? Es necesario introducir cuestiones como el apoyo psicológico.

¡Sí, claro! Y les hacemos estudios de metabolismo. Hacemos calorimetrías, que es un estudio que nos dice cuántas calorías gasta esta persona. Y al cabo de un tiempo de haber empezado la intervención global, lo repetimos para saber cuál ha sido su impacto. En la unidad les damos el mensaje que nuestro objetivo no es perder kilos, sino ir cambiando paso a paso la composición corporal y, de esta manera, ir mejorando la situación metabólica. Al final, ya restaremos cuántos kilos se han perdido. Pero el objetivo es otro. Aunque lo decimos siempre, cuesta que los pacientes lo acepten.

Supongo que todo el mundo quiere ver resultados rápidos.

Exacto. Y lo entiendo, han estado toda la vida luchando con esto y la estigmatización que comporta. Quieren un resultado rápido, pero si tú les explicas que tampoco conviene perder demasiado peso de golpe, porque perderán músculo y será contraproducente, al final lo entienden. Es un enfoque diferente del que se ha hecho durante muchos años.

Por tanto, dentro de la profesión médica aún hay demasiado desconocimiento sobre esta nueva perspectiva. Aún pasa demasiado a menudo que un niño va al pediatra y le pone a dieta y punto.

Sí, pasa demasiado. El primer paso ha de ser formar a los profesionales en todo esto. Porque los que trabajamos en este campo lo tenemos claro, pero los otros no. Falta mucha formación. Y creo que el cambio no ha de ser para los profesionales de la salud y punto. La obesidad impacta en todas las especialidades, pero en lugar de implicarse, los envían al médico de cabecera para que los pongan a dieta. No es esto. Creo que otra cosa que debería cambiar es la formación que se da durante la carrera. Cada año, imparto una hora de obesidad en quinto de medicina. ¡Sólo una hora! No se les habla de esta enfermedad en otro momento. No puede ser, no se puede explicar esta fisiología tan compleja en una hora.

Y, además, es una enfermedad que afecta cada vez a más gente.

Una persona adulta de cada tres la tiene. Y una cosa que también es importante: se ha de tratar para la salud del paciente, pero también hemos de ser conscientes que esta enfermedad tendrá más artrosis de rodilla y más necesidad de prótesis. Pero no se la podrán poner, porque con la obesidad esta prótesis no funciona. O una persona que tiene la necesidad de un trasplante de órganos no entra en la lista de espera si tiene obesidad. Sabemos que este órgano fracasaría en un mes. La obesidad afecta en aspectos cardiovasculares, renales o incluso con la COVID. Ha sido un factor de riesgo independiente que daba mal pronóstico y mortalidad. Por tanto, tratar la obesidad no debería ser una cosa de algunos médicos y punto, sino que es necesaria formación y ganas de implicarse de todos los profesionales sanitarios.

Si esta entrevista la lee una persona que cree que tiene obesidad pero no encuentra el acompañamiento necesario de los médicos que le han atendido hasta ahora, ¿qué le recomendaríais? No todo el mundo puede ir a vuestra unidad.

Le diría que hablara con su médico. Normalmente, el primer filtro es el médico de cabecera. Animaría al paciente a iniciar una conversación con su médico. Y así sabrá cuáles son las creencias. También le diría que intentara llevar la conversación hacia la idea que la obesidad es una enfermedad.

Cada vez hay más personas que tienen obesidad. ¿La explicación es la de siempre? ¿Que comemos peor y somos más sedentarios?

Sí, pero no es sólo esto. También hay factores socioambientales, de contaminación o de aditivos en la comida. Por ejemplo, hay algunos que favorecen la acumulación de grasa. No es tan simple. Dicen que la obesidad es una enfermedad de código postal. También se relaciona con universos económicos más bajos.

Es decir, ¿que la gente con menos recursos tiene más probabilidad de tener obesidad?

Sí, pero no es por comer mal y punto. Sino porque tienen más estrés y duermen peor. Un sueño de mala calidad hace que al día siguiente tengas más hambre. Después de no haber dormido una noche, tienes más ganas de comer cosas dulces o más calóricas. O, incluso, no sientes tanto la saciedad. En una persona con obesidad, que tiene una vida con estrés y no descansa bien de manera crónica, estos circuitos se acaban alterando y deja de sentir la saciedad.

Cuando tienes estrés tienes más ganas de comer.

Sí, claro. Porque cuando comes más o comes cosas dulces, estimulas la hormona del placer en el cerebro, la dopamina. En cambio, la hormona del bienestar y la felicidad, que es la serotonina, se consigue con una vida estable y durmiendo bien. Pero la adictiva es la dopamina. Y se obtiene comiendo azúcar. Dura muy poco. Te dura dos horas, y después quieres más.

Por tanto, ¿deberíamos evitar los alimentos procesados?

Sí, pero no por los azúcares y punto. También por la grasa trans, que es lo típico que tienen los procesados, la pastelería y los conservantes. Actúa también en el cerebro. Cuando comemos, nuestro intestino libera las hormonas de la saciedad, y estas hormonas han de llegar al cerebro. Del intestino al cerebro han de pasar una barrera que se denomina hematoencefálica. Cuando comes grasa trans, estas hormonas se sintetizan, y esta barrera se convierte en impermeable y no llega al cerebro. Por tanto, no tienes la sensación de saciedad. Tú comes un donut, un croissant o una hamburguesa del McDonald’s, y al cabo de una hora querrás volver a comer.

¿Un cambio de hábitos hacia una dieta saludable sería un paso importante?

Sí, pero conseguir esto con personas con obesidad severa no es fácil. Necesitan ayuda y acompañamiento crónico para prevenir las recaídas. Por eso es muy importante no hacer nunca cambios bruscos, sino ir poco a poco. Es necesario hacer ejercicio, pero ha de ser adaptado. A una persona con obesidad no le puedes decir que vaya a correr o a ir en bicicleta, se le romperán los músculos. Han de hacer ejercicio de fuerza para sacar la grasa desde el músculo y mejorar su calidad. Después ya podrá hacer cardio.

La obesidad también crece de manera preocupante entre los niños. La OMS lo considera una epidemia global.

El principal problema es que el 80% de los niños que ahora tienen obesidad también la tendrán cuando sean adultos. Y este exceso de grasa va haciendo daño, y va causando problemas metabólicos. Si tu empiezas con tres años, cuando tengas treinta tendrás problemas. De hecho, en la unidad tenemos niños que con doce años tiene el hígado graso casi con precirrosis. O niños que con catorce años duermen con la máquina para respirar o tiene diabetes. Es un problema de salud pública.

¿Para dejar atrás la obesidad es necesario pasar por el quirófano?

La cirugía es un procedimiento que, en realidad, trata de convertir una enfermedad en otra. Alteramos y cortamos el sistema digestivo. Inducimos a la mala absorción de la comida, pero sin diferenciar si se pierde músculo o grasa. También hay mala absorción de la comida, pero sin diferenciar si se pierde músculo o grasa. También hay mala absorción de vitaminas. Puedes tener complicaciones a medio o largo plazo. Es una vida medicalizada completamente. Pero es una herramienta, y la única que hemos tenido y aún tenemos en la Seguridad Social. Cada vez se estudian más medicamentos que nos podrán ayudar a hacerlo de otra manera. Pronto saldrán algunos muy potentes. Pero la cirugía tiene unas indicaciones claras. Has de pasar por un comité multidisciplinario, un tratamiento y un abordaje. Hay que tener mucho cuidado con el postoperatorio. No se ha de dejar de ir al médico. En niños y adolescentes se ha intentado, pero sólo ha funcionado un año. después ha vuelto a ganar todo el peso. De hecho, en adultos pasa igual. Cerca del 70% al cabo de tres años vuelve a ganar peso. La solución no es hacerles comer menos cortándoles el estómago. Hay que cambiar muchas otras cosas.

 

Fuente: vilaweb.cat

Noticia traducida por ASSCAT

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