Investigadores del IRB Barcelona lideran un proyecto para buscar marcadores y dianas terapéuticas para esta enfermedad, que puede progresar a cirrosis y cáncer hepático.

En España seis de cada 10 adultos tienen sobrepeso u obesidad. Junto con la diabetes tipo 2, esta enfermedad constituye una pandemia de salud pública global que está contribuyendo, a su vez, al auge de otras dolencias, como las patologías crónicas del hígado, la más prevalente de las cuales es el hígado graso. De acuerdo con distintos estudios internacionales, esta enfermedad silente afecta a un 10% de la población.

En la mayoría de casos, no llega a diagnosticarse, a pesar de que con los años progresa y puede dar lugar a cirrosis o cáncer hepático. El motivo es que la única manera de identificarla hoy en día es mediante una biopsia, una prueba muy invasiva. Tampoco tiene tratamiento farmacológico efectivo.

El investigador Antonio Zorzano, del Institut de Recerca Biomèdica (IRB) de Barcelona, lidera un proyecto para hallar biomarcadores de hígado graso que permitan diagnosticar la enfermedad de forma no invasiva, así como dianas terapéuticas que permitan desarrollar tratamientos.

“En 2019 descubrimos que una proteína presente en las mitocondrias de las células hepáticas, llamada mitofusina-2, estaba implicada en la aparición de la enfermedad”, apunta Zorzano, que ahora, junto a Jorge Joven, de la Universitat Rovira i Virgili, y Maribel Hernández, de la Universitat de Barcelona, además de buscar biomarcadores, investigará si esta proteína se puede usar como diana de la enfermedad para desarrollar tratamientos. “Hemos visto que, cuando no se expresa, se desencadena la enfermedad, por lo que estamos buscando moléculas que sean capaces de activarla. Ya tenemos algunas candidatas”, añade.

 

Fuente: lavanguardia.com

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