El interés clínico del Dr. Bataller incluye el manejo de los pacientes con hígado graso alcohólico (enfermedad hepática crónica relacionada con el alcohol) y no alcohólico (NASH) y los pacientes cirróticos gravemente enfermos.

Los riesgos en pacientes con esteatosis hepática son más altos y tienen una progresión más rápida de su enfermedad hepática. Los pacientes necesitan más información al respecto.

El Dr. Bataller trabaja en equipos multidisciplinares, en particular con especialistas en adicciones y con psiquiatras, tratando a los pacientes con hepatopatía alcohólica. Su interés en la investigación está centrado en diferentes aspectos de la enfermedad hepática en relación con el alcohol, la genómica, tratamientos y aspectos de salud pública globales de la hepatopatía alcohólica. Lidera un proyecto que incluye 25 centros en 5 continentes. Con ello ha evidenciado la falta de detección precoz de la hepatopatía alcohólica en el mundo. Asimismo, lidera diversos proyectos financiados, tanto clínicos como traslacionales, del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos. Es uno de los autores de las recién publicadas guías clínicas de la hepatopatía por alcohol.

La hepatopatía alcohólica comprende un espectro histológico y clínico que incluye la hepatitis aguda alcohólica, el hígado graso y la cirrosis. La mayoría de los pacientes son diagnosticados en fases avanzadas y la información disponible, tanto sobre la prevalencia como sobre el perfil de los pacientes con la enfermedad en su estadio inicial, son limitados. El trastorno relacionado con el consumo de alcohol constituye una de las causas más frecuentes de enfermedad prevenible y con mortalidad elevada asociada a enfermedad hepática en el mundo. El consumo de alcohol en pacientes diagnosticados de NASH puede empeorar su pronóstico y, a veces, ambas enfermedades coexisten en un mismo paciente.

En la actualidad, después de la curación de la hepatitis C en un elevado número de pacientes, las causas más frecuentes de enfermedad hepática crónica y cirrosis son: la cirrosis relacionada con NASH y la cirrosis relacionada con el alcohol. Estas dos enfermedades son especialmente difíciles de diagnosticar porque pueden ser asintomáticas durante largos períodos de tiempo. Además, los pacientes están poco informados. ¿Cómo podrían ser más conscientes de estas enfermedades, tanto los médicos como los pacientes?

En primer lugar, quiero agradecerle esta oportunidad a usted, Teresa, y a la ELPA. Como bien ha mencionado, la hepatitis C es fácil de diagnosticar porque se basa en una sola prueba universal de cribaje en la población general de una determinada edad. Sin embargo, para las enfermedades del hígado alcohólico y no alcohólico, que en muchos pacientes coexisten, no hay una sola prueba para el diagnóstico. Un gran número de pacientes con síndrome metabólico, obesidad, etc. tienen un cierto grado de enfermedad hepática por hígado graso. El síndrome metabólico es más fácil de reconocer porque el paciente suele ser obeso y debido a algunas anormalidades en las pruebas de laboratorio, mientras que la hepatopatía por daño alcohólico todavía es más difícil porque no hay información sobre el consumo de alcohol. El alcohol constituye un estigma. Los pacientes tienden a minimizar el consumo de alcohol e incluso, a veces, tienden a no informar acerca de lo que beben porque el consumo de alcohol está castigado socialmente. No en todos los casos lo diagnosticamos. Por consiguiente, tenemos que desarrollar más técnicas para llevar a cabo una mejor interacción motivacional con los pacientes de manera que se sientan más cómodos para revelar que consumen alcohol y, así, podamos realizar unas pruebas no invasivas para diagnosticar enfermedades hepáticas por hígado graso.

Es difícil concienciar a los pacientes. Usted está de acuerdo en este punto. ¿Cree que se debe a que es un problema oculto o bien porque no se considera un problema en nuestra cultura?

Es difícil responder a esta pregunta en pocas palabras. La mitad de mi carrera ha transcurrido en Europa y la otra mitad en los Estados Unidos. En culturas de Occidente así como en un gran número de países emergentes los problemas de la obesidad, el síndrome metabólico y el consumo excesivo de alcohol están muy presentes. Como esta enfermedad es asintomática, hasta que no se desarrollan complicaciones es difícil concienciar a los pacientes de que tener un tejido con formación de cicatrices en el hígado (porque están bebiendo y comiendo demasiado), a la larga puede causar cirrosis a la vez que disminuye la calidad de vida o incluso reduce la esperanza de vida. Por tanto, creo que es necesaria más información a los pacientes y al público en general, pero también a los médicos de atención primaria y al conjunto de los médicos, en definitiva. De este modo, pueden tomar más conciencia para detectar formas precoces de estas enfermedades cuando es más factible, cuando la eficacia de un cambio de estilo de vida detiene la enfermedad en comparación con fases más avanzadas.

Usted ha mencionado que el estigma está relacionado con las enfermedades hepáticas. ¿Cuáles son las razones más importantes desde su punto de vista: una falta de conocimiento sobre las enfermedades hepáticas, y/o un sentimiento de vergüenza o de culpa ya que para la mayoría de las personas las enfermedades hepáticas están vinculadas al alcohol o las drogas? ¿Cómo se podría superar el estigma?

Ésta es otra pregunta muy difícil de responder pero también muy significativa. Como ha mencionado anteriormente, mi investigación y mi trabajo clínico se han centrado mayoritariamente en el alcohol. En consecuencia, puedo afirmar que el alcohol está muy estigmatizado en el mundo. Depende también del género. En este sentido, las mujeres están más estigmatizadas porque la sociedad es machista y, por tanto, tienen menos derechos. En cuanto a sus debilidades y adicciones, tienen que ser perfectas. Bajo mi punto de vista, esto tiene que evolucionar y las mujeres tienen que ser más libres a la hora de revelar cualquier problema o adicción. Otro aspecto que quisiera destacar es que la hepatopatía por alcohol tiene, a menudo, una propensión familiar, genética. Muchos pacientes, es decir, padres, madres y hermanos tienen problemas con el alcohol, lo que demuestra que muchas personas nacen con esa predisposición. El trastorno relacionado con el consumo de alcohol se tendría que ver como una enfermedad más, como la artritis reumatoide, por ejemplo, y no como algo que implica que las personas juzguen a los pacientes. Se requiere un esfuerzo por parte del conjunto de la sociedad desde la televisión y las redes sociales hasta los profesionales de la salud. Tendríamos que evolucionar para eliminar el estigma.

Como hepatólogo, usted cuenta con una larga experiencia en enfermedades hepáticas relacionadas con el alcohol. He leído que, en su opinión, los pacientes necesitan recibir atención de especialistas en adicciones, psiquiatras y psicólogos pero, al mismo tiempo, también de hepatólogos. ¿Podría explicar cómo se puede llevar a cabo el cribaje, la estratificación de riesgo, etc.?

Es una pregunta muy relevante. Gracias, Teresa. Especialmente en cualquier problema relacionado con el alcohol en numerosos casos los pacientes quisieran dejar de beber; no en todos. Hay algunos pacientes que presentan síndrome metabólico y consumo moderado de alcohol, que no es una verdadera adicción. La combinación de estos dos factores conduce a la enfermedad hepática avanzada. Sin embargo, en otros pacientes el alcohol puede ser una adicción sin duda alguna. Es evidente que los hepatólogos tendrían que estar mejor formados para intervenciones motivacionales pero también para identificar cuáles son las causas o las enfermedades subyacentes que puedan hacer que un paciente sea más adictivo, como por ejemplo la falta de sueño, el dolor crónico, la depresión, la ansiedad o algún trauma del pasado. A veces juega un papel muy significativo el historial de los miembros de la familia. De esta manera, estos pacientes se benefician de unas buenas terapias de adicción. En nuestro caso en concreto, los terapeutas trabajan en nuestra clínica y tratan a los pacientes después de que nosotros, los hepatólogos, los hayamos visitado. Disponemos de un sistema integrado que, en mi opinión, es el más eficiente. Yo digo a todos los pacientes: “No te avergüences nunca, no te sientas culpable si necesitas la ayuda de un terapeuta. Estos terapeutas pueden cambiar tu vida, te pueden ayudar a abandonar el consumo excesivo de alcohol o el exceso en la comida”. A mi juicio deberíamos ser más abiertos a la hora de recibir ayuda por parte de diferentes especialistas.

Por último, ¿nos podría decir si hay una cantidad de alcohol segura que las personas podrían tomar y si hay algunas diferencias entre hombres y mujeres?

Ésta es también una muy buena pregunta. En general, podríamos decir que, por ejemplo, tres cervezas o dos bebidas fuertes al día empieza a considerarse muy grave en la mayoría de los pacientes y un poco más en las mujeres que en los hombres. Quizás dos en las mujeres empieza a ser perjudicial en general. No obstante, debo hacer mención de dos factores. En primer lugar, también depende de si el paciente tiene más enfermedades, por ejemplo, si uno tiene obesidad y síndrome metabólico dos bebidas al día pueden hacer que el síndrome metabólico provoque la enfermedad hepática más grave y rápidamente se manifiesta en forma avanzada de enfermedad hepática. En segundo lugar, está la predisposición genética. Podemos conocer a dos personas que beben lo mismo, pero una tiene muchos problemas de salud y la otra goza de un aspecto saludable. ¿Por qué esta diferencia? Porque hay una predisposición genética para desarrollar hepatopatía alcohólica o daño al órgano inducido por el alcohol. Por consiguiente, es demasiado simplista afirmar que una cantidad determinada es segura para todas las personas pero en general decimos que si uno toma tres o más bebidas al día está en riesgo de desarrollar problemas de salud relacionados con el alcohol.

 

Entrevista publicada en la revista asscatinform@ nº23.