por Comunicació ASSCAT | 30/10/2023
La obesidad y la diabetes son factores que aumentan la incidencia del hígado graso, una patología que sufre 1 de cada cuatro españoles, y que puede derivar en cirrosis y, en otros casos, en cáncer de hígado.
El cáncer de hígado es la tercera causa principal de muerte por cáncer y el sexto tumor maligno en prevalencia a nivel mundial. En España, cada año se diagnostican más de 6.600 casos, siendo el hepatocarcinoma el más frecuente (80-90% de los casos). Este tipo de cáncer, entre un 60 y 90%, está asociado a cirrosis, cuya principal causa de origen no vírico es el consumo de alcohol. El estigma que rodea la cirrosis impide en un alto grado la detección precoz de la enfermedad, si bien gracias a los programas de cribado un 50% de los pacientes son diagnosticados en las fases iniciales. La Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH) recomienda la realización de una ecografía abdominal cada seis meses en pacientes con cirrosis hepática, una herramienta clave para diagnosticar el cáncer de hígado en los estadios más iniciales de la enfermedad y multiplicar por cinco las posibilidades de supervivencia de los pacientes.
Además de la cirrosis y la infección crónica por virus de la hepatitis B o C como factores de riesgo del cáncer hepático, la enfermedad del hígado graso cobra cada vez más importancia. La obesidad y la diabetes tipo 2 están provocando un aumento de la incidencia del hígado graso, que ya sufren uno de cada cuatro españoles. Se estima que el riesgo de padecer de cáncer de hígado en pacientes con hígado grado es hasta 3 veces mayor. «Aunque el carcinoma hepatocelular tenga un mal pronóstico, en los últimos 5 años han aparecido tratamientos que han sumado meses de supervivencia, y viendo sus resultados podemos ser optimistas de cara al futuro para que esta enfermedad se convierta en una patología crónica», afirma el Dr. Alejandro Forner, vicesecretario de la AEEH, que también subraya los problemas acceso en nuestro país a los tratamientos con eficacia demostrada en segunda línea para el cáncer de hígado.
Las recomendaciones para mantener un hígado sano pasan por llevar un estilo de vida saludable, realizar ejercicio físico, mantener una dieta sana y evitar el consumo de alcohol, acciones que son también necesarias para corregir y evitar la progresión a cirrosis y carcinoma hepático.
Fuente: immedicohospitalario.es
por Comunicació ASSCAT | 24/10/2023
Los bebés con bajo peso al nacer tienen 4 veces más riesgo de desarrollar una enfermedad de hígado graso más adelante.
Un nuevo estudio pionero ha descubierto una conexión significativa entre el peso al nacer y la aparición de la enfermedad del hígado graso no alcohólico, ahora conocida como enfermedad hepática esteatósica asociada a disfunción metabólica (MASLD, por sus siglas en inglés), en personas jóvenes. Concretamente, se descubrió que los bebés con bajo peso al nacer tenían cuatro veces más probabilidades de desarrollar MASLD en la infancia, la adolescencia o la edad adulta temprana.
Para investigar este vínculo, un equipo de investigadores de Suecia utilizó la cohorte nacional ESPRESSO y llevó a cabo un estudio poblacional de casos y controles de todas las personas de 25 años o menos a las que se había diagnosticado MASLD mediante biopsia entre enero de 1992 y abril de 2017, con un total de 165 casos. Para minimizar los factores de confusión, cada individuo con MASLD se emparejó con hasta cinco controles de la población general en función de la edad, el sexo, el año natural y el condado de resistencia.
Sorprendentemente, las personas nacidas con bajo peso al nacer (<2.500 g) tenían cuatro veces más probabilidades de desarrollar MASLD en comparación con los nacidos con peso normal al nacer. Los nacidos pequeños para la edad gestacional (PEG), por debajo del 10%, también tenían más de tres veces más probabilidades de desarrollar MASLD temprano en la vida en comparación con aquellos con un peso al nacer adecuado (10º-90º).
Además, los investigadores descubrieron que las personas con bajo peso al nacer, o los nacidos PEG, tenían un riesgo relativo hasta unas 6 veces mayor de desarrollar fases más graves de MASLD en forma de fibrosis hepática o cirrosis.
El doctor Fahim Ebrahimi, primer autor del estudio, presentado en la UEG Week 2023, organizada por Gastroenterología Europea Unida (UEG), señala que, “aunque investigaciones anteriores han establecido la relación entre el peso al nacer y enfermedades importantes, como las cardiovasculares y el síndrome metabólico, la conexión con la MASLD seguía sin estar clara. Nuestro estudio aporta ahora pruebas convincentes de que los factores de desarrollo fetal desempeñan un papel importante en el desarrollo de la MASLD y la enfermedad hepática progresiva”, destaca.
En medio de la escalada de las tasas de obesidad, la MASLD se ha convertido en la causa más común de enfermedad hepática crónica en todo el mundo. Sólo en Europa, se estima que afecta a más del 25% de los adultos, y su prevalencia está aumentando entre los jóvenes obesos o con sobrepeso. También ha surgido como una de las causas de más rápido crecimiento de enfermedad hepática terminal, cáncer primario de hígado y trasplante de hígado. Sin embargo, sólo unos pocos experimentarán la progresión de la enfermedad.
“Es necesario seguir investigando para comprender plenamente los mecanismos inmunológicos y metabólicos subyacentes –añade Ebrahimi-. Varios estudios sugieren que tanto la sobrealimentación como la desnutrición durante el embarazo pueden afectar al metabolismo de un individuo durante toda su vida”.
“Al vincular varios registros de ámbito nacional, como el Registro Médico Sueco de Nacimientos, pudimos recopilar datos detallados sobre factores maternos y características perinatales, así como ajustar múltiples factores de confusión”, afirma Jonas F Ludvigsson, supervisor del estudio y pediatra del Hospital Universitario Örebro y profesor del Departamento de Epidemiología Médica y Bioestadística del Instituto Karolinska.
“Es muy preocupante que las personas nacidas con bajo peso tengan un mayor riesgo relativo de padecer esta enfermedad a una edad temprana, ya que la MASLD precoz suele persistir en la edad adulta y se ha asociado a un mayor riesgo de desarrollar cirrosis y enfermedad hepática terminal. De cara al futuro, es importante que desarrollemos estrategias proactivas y eficaces, como el cribado precoz y selectivo, para identificar a las personas de riesgo y ayudar a reducir la carga de esta enfermedad”, concluye Ebrahimi.
Fuente: infosalus.com
por Comunicació ASSCAT | 24/10/2023
La obesidad es uno de los problemas de salud prevalentes en el este momento en todo el mundo. Multiplica por dos el riesgo de padecer insuficiencia cardiaca y es de destacar que hasta el 70% de los pacientes con obesidad padece hígado graso.
El consumo de una dieta saludable y la práctica de ejercicio físico reducen en las personas con obesidad las probabilidades de padecer complicaciones cardiacas, entre otros.
Una gran parte de los pacientes con obesidad padece hígado graso
Determinados estudios estiman que el riesgo de insuficiencia cardiaca aumenta un 5% en el caso de los hombres, y un 7% en el de las mujeres, por cada punto de incremento en el índice de masa corporal.
Aunque este problema cardiaco puede originarse en todas las personas con obesidad, aquellas que tienen un mayor riesgo son las mayores de 65 años y/o las que padecen hipertensión arterial, diabetes tipo 2, insuficiencia renal crónica, cardiopatía isquémica y fibrilación auricular.
Desde la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) determinan que algunos síntomas tienen que ver con la disnea (falta de aire) y los problemas para realizar actividad física se suelen atribuir a la propia obesidad, en lugar de a la insuficiencia cardiaca.
En el caso de que se detecte una insuficiencia cardiaca es necesario que, además del tratamiento médico, los pacientes hagan dieta saludable y realice ejercicio físico.
Incidencia en el hígado graso
Los expertos avisan que la obesidad es también un factor de riesgo del hígado graso, una enfermedad hepática esteatósica asociada a una disfunción metabólica que puede desembocar en una cirrosis y también puede incrementar el riesgo de tumores hepáticos.
Se ha calculado que hasta un 70% de los pacientes con obesidad puede desarrollar hígado graso. Una causa de este problema es la ingesta excesiva de alcohol, pero en ausencia de esta causa, lo que desencadena la afección es el sobrepeso/obesidad, y especialmente la diabetes tipo 2.
Se recomienda entonces incorporar en la práctica clínica el cribado del hígado graso en los pacientes obesos y no sólo en aquellos casos son obesidad grave, como actualmente se está haciendo. Abogan también por hacer el cribado en el resto de población con obesidad, que suele atenderse en Atención Primaria.
Porque todos los pacientes con diabetes tipo 2 deberían ser cribados, puesto que la prevalencia de hígado graso que sufren es muy elevada y el riesgo de fibrosis es más alto.
Fuente: okdiario.com
por Comunicació ASSCAT | 19/09/2023
La proteína RNF41 podría ser fundamental para luchar contra enfermedades crónicas del hígado.
La proteína RNF41 podría ser una nueva diana terapéutica en la lucha contra dos enfermedades crónicas del hígado: la cirrosis y la inflamación hepática. Así lo apunta un estudio publicado en la revista Science Translational Medicine que ha dirigido el investigador Pedro Melgar-Lesmes, del Departamento de Biomedicina de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad de Barcelona.
Esta investigación podría impulsar el diseño de fármacos que potencien la producción de la proteína RNF41 en macrófagos, unas células defensivas del sistema inmunológico que desempeñan un rol esencial en la respuesta al daño hepático y en el progreso de las enfermedades crónicas del hígado.
“Esta potencial diana terapéutica representa un nuevo regulador principal del papel de los macrófagos en el control de las enfermedades hepáticas crónicas y otras enfermedades caracterizadas por inflamación y fibrosis”, apunta el experto Pedro Melgar-Lesmes, miembro también del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS), el CIBER de Enfermedades Hepáticas y Digestivas (CIBEREHD) y el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, Estados Unidos).
“Nuestro descubrimiento —continúa— pone de relieve que la regulación de la inmunidad innata, y en concreto la actividad de los macrófagos, es esencial para luchar contra la fibrosis hepática y potenciar la regeneración del hígado”.
El estudio revela que la expresión del RNF41 —una proteína relacionada con procesos inflamatorios— es menor en los macrófagos aislados de muestras de hígado de pacientes afectados por cirrosis hepática, independientemente del origen de la enfermedad. En ratones con fibrosis hepática, la expresión de la proteína en los macrófagos del hígado también está reducida.
El equipo ha constatado que un proceso de inflamación prolongada en cultivos celulares de macrófagos hepáticos provoca una disminución de la proteína RNF41. “Por tanto, la inflamación crónica podría ser responsable de la reducción del RNF41 en macrófagos”, apunta Melgar-Lesmes.
En ratones en los que podría restablecerse la función de la proteína RNF41, los resultados han mostrado que se potencia la eliminación de la fibrosis, la reducción de la inflamación hepática y el aumento de la regeneración del hígado.
Metodología innovadora
Para lograr estos resultados, se ha utilizado una metodología innovadora basada en el uso de nanopartículas de dendrímero-grafito (NDG) —unas moléculas con características funcionales de interés en biomedicina— diseñadas por el equipo. Además, también se ha aplicado la técnica del aislamiento específico de macrófagos, mediante esferas magnéticas unidas a anticuerpos (MACS). Así se ha demostrado que estas nanopartículas son efectivas en terapia génica selectiva en macrófagos inflamados del hígado fibrótico.
En paralelo, los estudios in vitro confirman que si la proteína RNF41 desaparece en los macrófagos de hígados fibróticos de ratones, se desencadena una tormenta de citocinas inflamatorias que genera mayor fibrosis, daño hepático y cierta mortalidad.
“Esto nos indica que la proteína RNF41 es necesaria para superar la fibrosis y la inflamación crónica en la enfermedad hepática”, indica Melgar-Lesmes.
Las futuras líneas de investigación del equipo irán enfocadas a identificar cuáles son las proteínas que controlan la proteína RNF41 en los macrófagos. “Lo que permitirá diseñar nuevos fármacos que permitan aumentar la expresión de esta proteína clave en la regulación del rol del macrófago en la inflamación y la fibrosis hepáticas”, concluye el investigador.
Referencia: Alazne Moreno-Lanceta, Mireia Medrano-Bosch, Yilliam Fundora, Pedro Melgar-Lesmes et al – ‘RNF41 orchestrates macrophage-driven fibrosis resolution and hepatic regeneration’. Revista Science Translational Medicine’, 2023 | DOI: 10.1126/scitranslmed.abq6225.
Fuente: ileon.eldiario.es
por Comunicació ASSCAT | 04/09/2023
El investigador del IDIBAPS ha validado una escala que publica The Lancet para determinar el riesgo de la población sana a desarrollar una enfermedad hepática crónica, una dolencia que suele permanecer silente hasta que está muy avanzada.
El hígado no duele ni se queja cuando sufre. Al menos, no al principio. La enfermedad hepática crónica se gesta de forma silenciosa durante años, sin dar síntomas ni señales de alerta, avanzando discretamente aupada por el consumo de riesgo de alcohol, las infecciones por virus de la hepatitis o la enfermedad de hígado graso, asociada a obesidad y sobrepeso. Solo en estadios más avanzados, cuando la cirrosis o el cáncer hepático ya azotan a un hígado exhausto, la enfermedad hepática crónica da la cara.
Detectar esta dolencia precozmente era una tarea pendiente para la comunidad científica, que no disponía de herramientas robustas para diagnosticarla en fases tempranas. Hasta ahora. Una investigación publicada en The Lancet ha validado ahora una escala para estratificar el riesgo e identificar a personas de la población general aparentemente sanas que están en peligro de desarrollar una enfermedad hepática grave en el futuro. Pere Ginés, consultor del Servicio de Hepatología del Hospital Clínic y jefe del grupo Enfermedades hepáticas crónicas del IDIBAPS, es el coordinador de este índice, que mide ocho variables: “Hemos intentado que sea fácil de calcular, barato, accesible para todos los sistemas de salud. Incluye ocho variables: la edad, el sexo y seis variables analíticas que están en los análisis convencionales que se realiza una persona en un chequeo”. El hepatólogo (Girona, 66 años), que advierte de una epidemia creciente de casos de enfermedad hepática grave, aspira a convertir esta herramienta en un detector precoz y un pivote para implantar un cribado poblacional de estas dolencias.
¿La enfermedad hepática crónica es totalmente silente?
No da ninguna sintomatología. Cero. De aquí la importancia de detectarla precozmente a través de alguna medida que sea eficaz, como esta escala. El paciente desarrolla cirrosis, evoluciona y llega un momento en que la cirrosis se complica y es ahí cuando la persona tiene síntomas. Pero claro, lleva 25 años desarrollando la enfermedad en su hígado de forma silente y no se ha podido detectar porque no disponíamos de las herramientas adecuadas para ello.
¿Qué sucede dentro del hígado en esos 25 años de desarrollo silente de la enfermedad?
Lo que ocurre es que existe algo que lesiona al hígado. Este algo es muy variable, pero lo más frecuente es que sean virus de la hepatitis, que causan infección específicamente del hígado; la otra gran causa es el consumo de alcohol, que no necesariamente tiene que ser extraordinario, sino que entra dentro de lo que mucha gente pensaría que es un consumo normal, pero si es continuado puede dañar el hígado; y la otra gran causa, que en este momento es la más frecuente, es la relacionada con la obesidad, el sobrepeso y diabetes, porque esto ocasiona que se deposite grasa en el hígado —el hígado normal no tiene— y esta grasa, con el paso del tiempo, genera inflamación en el hígado. Y en algunos pacientes, esta inflamación conlleva un depósito de cicatrices, se forman como heridas en el hígado, que es lo que llamamos fibrosis. En esta situación, el hígado pierde su elasticidad, se vuelve rígido, se va endureciendo, se altera todo y desemboca en una cirrosis. Esa sería la evolución desde un hígado graso y una inflamación hasta la formación de cicatrices, cirrosis y, más adelante, cáncer de hígado.
Esto en el caso de obesidad y sobrepeso, pero ¿sigue el mismo patrón en caso de ser por alcohol o hepatitis?
Por alcohol, el patrón es parecido porque el consumo de riesgo también hace que se deposite grasa en el hígado. En las infecciones por virus es distinto porque no hay grasa, pero los virus dañan las células hepáticas y esta lesión ocasiona inflamación. Esta inflamación crónica causa también cicatrices y pueden acabar en cirrosis.
¿La cirrosis siempre es la última parada de la evolución de la enfermedad?
La cirrosis es prácticamente la última parada, pero también tiene varias fases. La primera también es silente. A medida que la enfermedad progresa porque el factor que está lesionando el hígado no se va, la cirrosis sigue progresando. Y llega un momento en que el hígado está tan desestructurado que las células dejan de funcionar bien y se produce también una dificultad del paso de la sangre y se genera un aumento de presión de la sangre dentro del hígado —la hipertensión portal—, que es lo que provoca la mayoría de las complicaciones graves de la cirrosis hepática. Y como la cirrosis es una enfermedad precancerosa, algunos de estos pacientes, con el paso del tiempo, desarrollan cáncer de hígado.
¿El hígado es agradecido? ¿Tiene más capacidad de recuperación que otros órganos?
Es así hasta cierto punto. El hígado agradecido es el hígado sano. Si una persona tiene un accidente de tráfico y se le rompe una parte del hígado, se opera, se le corta la parte dañada y, al cabo de un mes y medio, vuelve a tener el hígado normal, porque crece y vuelve a tener el mismo volumen que tenía inicialmente. El hígado enfermo tiene menos capacidad de hacer esto, pero lo que sí puede hacer es que, cuanto antes detectas la enfermedad hepática, más probable es que, al quitar la causa, estas cicatrices desaparezcan o, como mínimo, se estanque su progresión. Cuanto más avanzada esté la enfermedad, es menos probable que se revierta, pero se puede detener la progresión. Y eso es lo que nos importa porque las personas se mueren por la progresión de la enfermedad.
Sobre los precursores de la enfermedad hepática crónica, ¿cómo ha ido cambiando el perfil de los pacientes? Las personas con hepatitis C ahora, por ejemplo, con la nueva generación de antivirales, se pueden curar.
Ha cambiado mucho el perfil. Hace 15 años, más del 50% de las personas que diagnosticamos con enfermedad hepática crónica avanzada con cirrosis tenían hepatitis C. O hepatitis C combinada con consumo de riesgo de alcohol. Ahora la hepatitis C ha quedado reducida a la mínima expresión. Ahora la gran causa del momento actual es el hígado graso metabólico, asociado a sobrepeso y obesidad. Y esto seguirá aumentando en el futuro: todas las previsiones es que aumentará muchísimo la enfermedad hepática grave debido a hígado graso de tipo metabólico.
A propósito de la obesidad y sobrepeso, hay estudios que apuntan que el consumo de comida rápida ya causa más cirrosis que el alcohol. ¿Cree que la población es consciente de esta situación?
Yo creo que no es en absoluto consciente. Y esto hace años que está demostrado, hace 30 años. Cuanto peor es el tipo de comida, cuanto más sedentaria es la vida, antes se desarrolla la cirrosis. Por ejemplo, en Estados Unidos ya hace años que han empezado a diagnosticar cirrosis en adolescentes: adolescentes que están sometidos a una dieta mala, de comida rápida, muchos hidratos de carbono, muchas grasas, con pocos vegetales, sin hacer ejercicio… Pues ganan mucho peso y llegan a los 15, 17, 20 años y tiene ya una cirrosis.
¿Es posible que un adolescente desarrolle cirrosis?
Sí. En realidad, cuando ahora diagnosticamos un caso de cirrosis en una persona que tiene obesidad o sobrepeso, cuando le preguntamos cuándo empezó a engordar, la mayoría empezó a los 30 o 35 años, y desarrolla la enfermedad cuando tiene 60: han pasado 25 o 30 años sometiendo a un estrés continuado a su hígado. Pero si este estrés es más intenso, si la vida es más sedentaria todavía, como hacen muchos niños y adolescentes, y la intensidad de comer mal y en más cantidad es más alta y, además, hay otro factor de riesgo, como consumo de alcohol, el riesgo de tener enfermedad hepática se dispara de forma extraordinaria. Lo mismo que ven en Estados Unidos han empezado a verlo ya en Inglaterra y aquí lo veremos en poco tiempo: la edad del diagnóstico de cirrosis por causa metabólica, que ahora más o menos es a los 60 años, va a disminuir progresivamente.
La población probablemente asocia más la cirrosis al alcohol, a un problema de alcoholismo grave. Pero usted dice que no es necesario un consumo extraordinario para dañar el hígado.
La mayoría de las personas que nosotros diagnosticamos por cirrosis de causa alcohólica no se han emborrachado en su vida. Lo que pasa es que, claro, se puede tomar bastante alcohol sin emborracharse. Emborracharse es el efecto agudo del alcohol sobre el sistema nervioso central, sobre el cerebro; pero el efecto crónico es el que afecta a otros órganos y el que más lo padece es el hígado: todo lo que bebes, al cabo de pocos minutos, está en el hígado. Entonces, la cantidad que se considera que aumenta ya el riesgo de tener una enfermedad hepática crónica es relativamente baja: son entre 14 y 21 unidades de bebida en los hombres (una unidad de bebida es una copa de vino o un quinto). Entonces, el varón que se toma dos quintos al día o una copa de vino o un quinto, ya tiene un riesgo aumentado con respecto al que no bebe nada y un porcentaje pequeño de ellos acabará desarrollando enfermedad hepática. Cuanto más beba, más aumenta el riesgo. Y si, además, es obeso o diabético, todavía más. Las mujeres tienen una sensibilidad mayor al efecto tóxico del alcohol sobre el hígado y la cantidad de riesgo son siete unidades a la semana.
¿Qué alternativas terapéuticas hay para la enfermedad hepática crónica?
Tenemos tres: una, es retirar el agente causal y, si esta se consigue, es muy eficaz, sobre todo, si se hace precozmente; la segunda, corregir y tratar de prevenir las complicaciones que se están produciendo en el paciente, como las infecciones; la última alternativa es la más drástica, el trasplante. Con estos objetivos de intentar identificar precozmente la enfermedad hepática, lo que queremos llegar es a no tener necesidad de utilizar el trasplante.
¿Qué esperan encontrarse cuando esta escala llegue a la práctica clínica? ¿Cuál es el panorama en los próximos años?
En los próximos años, todos los modelos indican que habrá un aumento muy importante de enfermedad hepática, tanto de cirrosis como de cáncer de hígado porque, a pesar de que la hepatitis C ha disminuido de forma drástica, una causa importante, como es el alcohol, no se ha frenado, sino que incluso ha aumentado con la pandemia y no tiene visos de frenarse claramente. Y la otra causa está relacionada con la epidemia de obesidad, que es muy difícil de frenar.
Fuente: elpais.com