La enfermedad por hígado graso es una amenaza silenciosa para los adultos jóvenes

21/02/2020 | Artículos, Artículos científicos

La enfermedad por hígado graso puede llegar a producir cirrosis y/o cáncer de hígado.

Uno de los procesos que impulsa la progresión a cirrosis implica la acumulación de grasa en el hígado y se relaciona con consumo dañino de alcohol o con obesidad, es decir, la enfermedad del hígado por acúmulo de grasa puede estar relacionada con el alcohol y/o de causa no alcohólica (NAFLD, en sus siglas en inglés), con patrones histológicos idénticos. En el número de enero de 2020 de The Lancet Gastroenterology & Hepatology, Kushala W M Abeysekera y sus colegas presentan un informe muy interesante sobre la amenaza de la enfermedad del hígado graso en adultos jóvenes de 22 a 26 años inscritos en el Estudio Longitudinal Avon de Padres e Hijos (ALSPAC, en sus siglas en inglés). En este estudio, uno de cada cinco participantes jóvenes tenía hígado graso, en casi la mitad de los casos la enfermedad hepática era grave, y uno de cada cuarenta tenía evidencia de fibrosis hepática.

La ingesta de alcohol, cuando es peligrosa (puntuación de la prueba de identificación de trastornos por consumo de alcohol ≥5) o de un nivel equivalente al trastorno por consumo de alcohol, no fue un determinante significativo de la esteatosis, que se relacionó principalmente con la obesidad, basada en el Índice de Masa Corporal [IMC]), y la obesidad visceral (basada en la relación cintura-estatura), y a la presencia de síndrome metabólico y, por lo tanto, atribuible en última instancia a NAFLD. El estudio tiene el mérito incuestionable de destacar la carga de NAFLD en adultos jóvenes. Además, confirma la amplia sinergia del alcohol y la obesidad en la fibrogénesis hepática, al tiempo que refuta la hipótesis de un efecto beneficioso del consumo moderado de alcohol en la EHGNA (Enfermedad Hepática por Grasa No Alcohólica).

Las fortalezas de este informe son múltiples, desde la gran cohorte poblacional general, imparcial y saludable, y la elección de herramientas no invasivas y de vanguardia para evaluar la fibrosis (por elastografía transitoria) y la esteatosis (por control de puntuación del parámetro de atenuación [CAP, en sus siglas en inglés]), a nivel de la población. Estos resultados merecen consideraciones adicionales. La enfermedad hepática en etapa de cirrosis por NAFLD se desarrolla lentamente durante toda la vida. Sin embargo, una predisposición genética, la exposición temprana a factores de riesgo y otras exposiciones ambientales (por ejemplo, alcohol) pueden aumentar el riesgo o acelerar la progresión. Creado en 1991, el ALSPAC reclutó a 14.500 mujeres embarazadas del área de Bristol, y desde entonces ha estado rastreando su salud y la de sus hijos. Casi 30 años después, la cohorte de estos niños es una de las cohortes de nacimiento más investigadas clínicamente en todo el mundo. Lamentablemente, los autores no exploraron un espectro más amplio de factores de riesgo potenciales para el desarrollo futuro de NAFLD, como sería: el peso familiar al nacer, la obesidad infantil, el consumo de azúcar, la actividad física y los cambios longitudinales en el IMC así como la ingesta de alcohol.

Una proporción sustancial de los adultos jóvenes de la cohorte ALSPAC ya había sido evaluada para NAFLD por ultrasonido en su adolescencia tardía (17-18 años), con una prevalencia del 2% al 5%; y 6 años después se hubiese podido relacionar con una mejor precisión diagnóstica con el CAP en comparación con la ecografía, pero no se registraron cambios en el peso corporal u otros factores de riesgo en el intervalo de los 6 años. Se pueden anticipar modificaciones importantes en la exposición al alcohol a medida que aumenta la edad, aunque se podría argumentar que el efecto del alcohol probablemente sea un factor de riesgo en etapas más avanzadas de la vida en comparación con la obesidad. La media de edad fue de 24 años, y de 4.021 participantes que asistieron a la clínica de Abeysekera y sus colegas (Focus @ 24 +), 1.535 (38,2%) tenían sobrepeso u obesidad, lo que plantea la pregunta de cuántos ya tenían un IMC aumentado durante la infancia. Sorprendentemente, el aumento de peso en la edad adulta temprana parece tener un mayor riesgo de mortalidad que el aumento de peso en la edad adulta tardía.

En Dinamarca, un gran estudio longitudinal, demostró que un aumento en el IMC entre los 7 y los 13 años se asociaba positivamente con cada etapa de la EHGNA en adultos, incluidas la esteatohepatitis y la cirrosis, cuando se ajustó el IMC inicial a los 7 años y alcanzó el IMC a los 13 años. Además, los niños a menudo están expuestos a alimentos y bebidas con alto contenido de energía, grasas saturadas y azúcar agregada (sacarosa, fructosa y jarabe de maíz con alto contenido de fructosa), lo que podría promover la progresión de la esteatohepatitis y la fibrosis independientemente de la grasa corporal total. Sin embargo, tanto en los estudios como en la práctica clínica, la ingesta de bebidas azucaradas rara vez se tiene en cuenta como un factor de riesgo, aunque puede ser tan perjudicial como el alcohol. La baja actividad física es otro factor descuidado pero importante.

Los factores de riesgo no modificables pueden proporcionar el trasfondo para la progresión acelerada de NAFLD: los grupos familiares de NAFLD pueden sugerir un fondo genéticamente predispuesto (a saber, variantes PNPLA3 y TM6SF2), y pequeño para el peso al nacer de la edad gestacional el cual se ha relacionado con una mayor probabilidad de NAFLD, probablemente relacionado con la regulación epigenética en un entorno intrauterino adverso. En el Estudio de Riesgo Cardiovascular en Jóvenes Finlandeses, los predictores infantiles de NAFLD en adultos, 30 años después, eran los siguientes: IMC infantil, concentración de insulina y peso al nacer pequeño en relación con la edad gestacional.

La NAFLD en adultos jóvenes tiene implicaciones clínicas de suma importancia. Un estudio longitudinal sueco mostró que el sobrepeso en la adolescencia tardía (18-20 años) es un predictor significativo de enfermedad hepática en estadio de cirrosis casi 40 años después: cada unidad de aumento en el IMC en comparación con el magro (18,5-22,5 kg/m2) en la adolescencia tardía causó un aumento del 5% en los resultados relacionados con el hígado (cirrosis, descompensación o muerte relacionada con el hígado). Con las tasas de obesidad infantil aumentando constantemente con el tiempo, el mensaje es claro: los resultados de la morbilidad, la mortalidad y el trasplante relacionados con la enfermedad hepática avanzada se alcanzarán a una edad más temprana en la edad adulta, lo que lleva a una carga social sustancial. La única medicina sostenible es la prevención, indagando y abordando cada factor de riesgo de enfermedad hepática en la vida temprana de la persona, desde la infancia, con la perspectiva de los padres y la promoción de programas educativos, particularmente en las escuelas.

 

Fuente: The Lancet Gastroenterology & Hepatology

Referencia: https://doi.org/10.1016/S2468-1253(19)30420-0

Artículo traducido y adaptado por ASSCAT

21/02/2020

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