Raúl Andrade ha asumido este año la presidencia de la Asociación Española para el Estudio del Hígado.

Raúl Andrade, responsable de la Unidad de Gestión Clínica de Aparato Digestivo y Hepatología del Hospital Universitario Virgen de la Victoria (Málaga), ha iniciado su andadura como presidente de la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH) tras su último congreso.

Serán dos años de, por lo que da a entender, intensa actividad en pro de la Hepatología: reconocimiento de la especialidad, evitar que el plan de abordaje de la hepatitis C caiga en el olvido, reivindicar la importancia de la enfermedad por hígado graso o alertar de que el tratamiento de segunda línea para cáncer hepático no están disponibles todavía son sólo algunos de los temas que, como sucesor de María Buti al frente de los hepatólogos, ha marcado como prioritarios.

¿Con qué motivación y objetivos asume la presidencia de la AEEH?

La motivación es máxima porque ésta es una sociedad de gran prestigio y estoy vinculado a ella desde hace muchos años. Es una sociedad con un alto nivel científico, que siempre ha dado especial importancia a promover y facilitar la investigación, han ocupado la presidencia hepatólogos muy ilustres y han dejado el pabellón muy alto.

Siento un gran honor por ser el relevo en este periodo, y además tengo un equipo en la junta directiva de alto nivel, con profesionales jóvenes la mayor parte pero con un reconocimiento y una trayectoria profesional muy brillante, que están muy ilusionados por trabajar con la sociedad y van a contribuir mucho a ella.

Un objetivo importante, y no sé si tendré tiempo en el periodo en que me toca ser presidente, es que me gustaría que la Hepatología tenga un reconocimiento administrativo, no sólo que sea un área de conocimiento que nos hemos dado en definir. Estamos huérfanos desde el punto de vista administrativo, y un objetivo primordial sería ese reconocimiento. No sólo para que nos dé visibilidad, que tenemos bastante, sino para que nos refuerce como profesionales.

¿Considera factible la consecución de la ACE (área de capacitación específica) en estos dos años?

Parece que se tiene que hacer otra vez el decreto de troncalidad para presentarlo; el anterior, donde se incluía la ACE, se paralizó. Tiempo real sí hay, pero también recuerdo que en 2001, siendo secretario de la Comisión Nacional de la Especialidad de Aparato Digestivo, ya se planteaba la creación de la ACE. Han transcurrido 18 años y no se ha concretado. Los antecedentes no son halagüeños.

Ya estaba todo avanzado, y nuestra área de capacitación no es muy conflictiva, lo que también ayuda. Tengo esperanza de que se pueda hacer.

¿Qué consecuencias tiene para la Hepatología española que después de tanto tiempo no exista este reconocimiento administrativo?

Las consecuencias son fundamentalmente de obtención de más recursos para potenciar las unidades de Hepatología para que puedan formar profesionales y capacitarles para ser hepatólogos.

Además, la falta de reconocimiento administrativo nos coloca en una situación difícil frente a los poderes públicos. Nosotros nos llamamos hepatólogos y estamos muy convencidos de lo que somos pero no hay ningún documento que nos reconozca como tales.

Cuando hablamos de la Hepatología, a veces tiene uno la sensación de que es una entelequia. Es una práctica que se hace pero que no tiene reconocimiento oficial. Eso nos deja en situación de debilidad frente a la Administración para reivindicar mejoras en la profesión y, sobre todo, para ser el representante de las demandas y necesidades de los pacientes con enfermedades hepáticas, que nos interesa mucho.

La revolución que ha vivido el tratamiento de la hepatitis C y su aumento de la visibilidad gracias a ello, ¿ha sido una oportunidad perdida para lograr este objetivo?
Yo no diría que perdida. Ha sido una buena oportunidad para reivindicarse pero no ha acabado de concretarse. Hemos tenido más visibilidad para la sociedad, pero no ha llevado a ese hecho sustancial de que se nos reconozca como hepatólogos, que la Hepatología existe como subdisciplina dentro de las enfermedades digestivas ejercida por personas que tienen un título que les capacita para ello.

Ha sido una oportunidad para reforzarnos. Sería una pérdida si al final no se concreta en algo, pero confío en que lo haga.

La estrategia tuvo mucho éxito pero el siguiente paso que los hepatólogos están demandando, el cribado poblacional, parece que no acaba de llegar. ¿Hay un desinterés político por acabar el trabajo que comenzó hace un lustro?

Se suman varios factores. El principal es que la dimensión del problema ahora parece menor. Se empezó con el plan nacional, existían muchos pacientes infectados, con enfermedad avanzada, que generó una gran presión mediática y social, y la Administración tuvo que recoger el guante porque ya no era lo que dijéramos los médicos sino que había una demanda en la calle: había tratamientos efectivos para la enfermedad y se debía facilitar el acceso.

Al amortiguarse mucho la enfermedad, tratarse tantos pacientes y prácticamente no quedar este tipo de pacientes, la visibilidad que hay ahora mismo del problema de la hepatitis C es también mucho menos significativa. Ya no hay esas historias dramáticas que antes todos veíamos en la prensa.

Además, hay otros problemas de salud que aparecen como más prioritarios y éste ha quedado, de momento, postergado. De todas maneras, estamos todos trabajando (nuestra sociedad, la Alianza para la Eliminación de las Hepatitis Víricas en España) para alertar a la Administración para que aborde ya el problema porque es coste-eficaz, que implante un plan de eliminación de la hepatitis que se podría llevar a cabo en relativamente poco tiempo con un coste inferior al que en su momento tuvo el Plan Nacional.

En el sistema público de salud español tiene muchas virtudes, y entre ellas la suficiente organización para llevar a cabo este plan, que no sería muy complejo desde el punto de vista logístico. Las consecuencias de sacar a la luz los pacientes no generaría un coste extraordinario al sistema.

El foco en la hepatitis, ¿ha perjudicado la atención a otras enfermedades prevalentes?
Siempre que una enfermedad recibe mucho interés y hay una gran actividad investigadora relacionada con el beneficio que la industria farmacéutica espera obtener comercializando fármacos que sean útiles para la enfermedad, eso puede ser positivo porque hay activa la investigación en otras áreas.

No creo que el hecho de que haya un foco en una enfermedad vaya a perjudicar a otras. Sí que es verdad que hay otras patologías, como la enfermedad hepática por abuso de alcohol, que no es que haya sido olvidada sino que no ha empezado a emerger hasta los últimos años, cuando la hepatitis C llevaba mucho tiempo en primera línea.

Pero es posible que haya estado relativamente olvidada porque haya recibido una atención menor de la que se merece en parte por las connotaciones negativas que el abuso del alcohol tiene.

Es posible que hayamos olvidado la hepatopatía alcohólica, y esto ha sucedido no sólo en España sino a nivel internacional. Hay artículos que así lo indican, se ha concentrado el foco en las enfermedades en las que se podía tener una curación rápida y con un beneficio económico, con una investigación muy enfocada a ellas.

Pero, en general, cuando se activa una investigación en un área de conocimiento, la Hepatología se suele beneficiar porque hay más recursos, se genera un interés por el área de conocimiento general, etc. Creo que es beneficioso, no diría que supone una merma.

¿Considera que son suficientes los recursos que hay destinados a enfermedades hepáticas en el Sistema Nacional de Salud?

En el momento actual todavía tenemos déficit de hepatólogos, probablemente hacen falta más hepatólogos…

¿Hay un cálculo de cuántos harían falta?

No se ha calculado en base a la carga de la enfermedad. En su momento se pensó que se requerían, para el manejo de la hepatitis C, una gran cantidad de especialistas y eso ahora se ha reducido. Pero hacer cálculos que duren en el tiempo no es realista, tiene que ver con la evolución de las distintas enfermedades.

Más que un número escaso de hepatólogos, hay que distribuirlos mejor y conseguir unos estándares de atención a las enfermedades hepáticas que sean homogéneos entre los distintos sistemas de salud y hospitales. Que haya centros de referencia con una alta preparación y nivel científico es bueno, pero tenemos que preocuparnos que otros centros también tengan un estándar.

Quizás esto sea más fácil cuando tengamos el área de capacitación específica y podamos demandarlo. Cuando se nos reconozca podremos demandar que haya una atención uniforme a las enfermedades hepáticas llevada a cabo por hepatólogos capacitados.

¿Cuáles son los retos de las enfermedades hepáticas de ahora en adelante?

La eliminación de la hepatitis C es algo que tenemos que seguir demandando con firmeza a las instituciones implicadas, para que aborden, como Cantabria, este tema. Urge que el resto de comunidades autónomas se sumen a la iniciativa y vayan planteando sus programas de eliminación.

También es importante trabajar con la prevención, sobre todo de la enfermedad hepática grasa no alcohólica, que va a ser la gran enfermedad hepática en términos numéricos en los próximos años. Tenemos que hacer campañas de hígado sano, igual que hacen los cardiólogos con el corazón, para que la población tenga unas normas de comportamiento higiénico-dietéticas que reduzcan la frecuencia estimada que estas enfermedades van a tener en el futuro.

Otro tema que nos preocupa es el cáncer de hígado. En España tenemos un problema, y es que el Ministerio de Sanidad no ha aprobado los tratamientos de segunda línea a pesar de que la Agencia Europea del Medicamento (EMA) les ha dado el visto bueno y se estén administrando en la mayor parte de países europeos. Es una situación claramente injusta que ocurre en nuestro país, que por otra parte siempre es generoso en la prestación de recursos. El cáncer de hígado todavía es un problema de salud importante, y lo seguirá siendo en los próximos años.

 

Fuente: redaccionmedica.com

16/05/2019

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