La duración de la relación médico de cabecera-paciente está asociada a menos mortalidad

28/09/2021 | Noticias de prensa

Hay mucha preocupación por recuperar las visitas presenciales en los centros de atención primaria, que es muy importante, pero si no se recupera la longitudinalidad, la misma presencialidad perderá valor.

Los sistemas sanitarios, en las últimas décadas, han dado demasiado valor a la inmediatez y a las respuestas rápidas a cualquier problema o incomodidad, en detrimento de dimensiones asistenciales mucho más beneficiosas, como es la relación de confianza y el vínculo con una profesional.

La sobrecarga del sistema público de salud a causa de la pandemia de Covid-19 ha comportado desatención o retrasos diagnósticos de otras enfermedades, hecho que ha ocasionado mucho sufrimiento y, probablemente, algunas muertes que se habrían podido evitar, o como mínimo postergar, de haber recibido la atención adecuada de manera precoz. Vamos leyendo informaciones sobre muertes que se atribuyen a retrasos en la asistencia o en la realización de pruebas complementarias. Las estadísticas de mortalidad por causas nos darán la idea del alcance real del problema.

Sin embargo, las demoras para las visitas o exploraciones no son la única causa de los retrasos diagnósticos y de las malas evoluciones. Los procesos asistenciales son muy complejos y en cada caso intervienen múltiples factores, de manera que no se puede atribuir a una sola razón un mal resultado, tampoco uno bueno. En una sociedad y un sistema sanitario que sobrevaloran la técnica se tiende a poner el peso de los argumentos en los procedimientos que incluyen alguna tecnología o prueba de imagen, olvidando que los resultados de la atención dependen también de elementos menos tangibles como puede ser la organización del mismo sistema.

La accesibilidad a visitas y pruebas es efectivamente importante, pero por ella sola no garantiza unos resultados satisfactorios si no va acompañada de otras condiciones. Una de estas condiciones es que exista una relación paciente-profesional duradera en el tiempo. Valorar la presentación y la evolución de los primeros síntomas es fundamental para hacer el diagnóstico de una nueva enfermedad y esta valoración es más difícil de hacer si cada contacto se produce con un profesional diferente. La relación médico-paciente proporciona un conocimiento que no se puede expresar en cifras o imágenes. Es la información “blanda” que proporcionan cambios que pueden ser imperceptibles si no existe un conocimiento previo, o las impresiones que genera la persona enferma, que serán más o menos ricas en función del vínculo establecido previamente.

En el ámbito de la atención primaria de salud, que es donde se han de orientar los nuevos diagnósticos de enfermedad, y desde donde se ha de conducir el tránsito del enfermo por el sistema, la relación en el tiempo y la confianza con una profesional, tiene un valor excepcional. Hay muchos estudios científicos que analizan la influencia de la duración de la relación entre un profesional y un paciente en los resultados en salud. En una reciente publicación en el British Journal of General Practice se presentan los resultados de una investigación hecha en Noruega de acuerdo con registros de más de 15 años y concluye que la duración de la relación médico de cabecera-paciente está significativamente asociada con un uso más bajo de servicios de urgencias, hospitalizaciones agudas y una menor mortalidad. Sí, una menor mortalidad. Y además, en los tres aspectos se observan más beneficios a mayor duración de la relación.

Estos resultados abundan en los encontrados en múltiples estudios y revisiones sistemáticas realizados en todo el mundo desde que la investigadora Barbara Starfield, en los años 90, analizara la relevancia de la relación continuada entre el médico de cabecera con el paciente en los resultados de la atención primaria de salud. En esta relación, producida durante el tiempo, abordando todas las necesidades de salud, y basada en la confianza mutua, se conoce como longitudinalidad. Es una característica que sólo se puede dar en el marco de la atención primaria, que proporciona una visión generalista de los problemas, la comprensión de los condicionantes sociales, así como la integración de toda la complejidad de las personas, incluidos sus valores y preferencias. Cabe remarcar que la longitudinalidad nos habla de la relación de un paciente con un único profesional, que es la que tiene más impacto, no de la relación con un equipo, como a veces se malinterpreta, y que entraría más en el concepto de continuidad asistencial.

Hay que repetirlo una y mil veces, la longitudinalidad en la atención primaria reduce la mortalidad. Y este factor se debería introducir en el análisis de los retrasos diagnósticos y en todas las estrategias de planificación, provisión y evaluación de servicios. Aquellas anginas que acabaron siendo manifestación de una leucemia, o aquel dolor de estómago causado por un cáncer, y que se diagnosticaron después de ir de un médico a otro o de un servicio de urgencias a otro, probablemente habrían tenido un recorrido diferente si siempre les hubiera atendido el mismo médico.

Si bien la atención primaria aquí ofrece, en principio, esta longitudinalidad tan valiosa, no todos los equipos la garanticen en el mismo grado, y además se ha visto muy perjudicada por la organización adoptada durante la pandemia. De esto habla un estudio realizado en el entorno del Instituto Catalán de la Salud para miembros de los Sistemas de Información de los Servicios de Atención Primaria (SISAP) y publicado en el BMC Family Practice. Comparando los indicadores del año 2019 con los de 2020 encuentran que durante este último año, es decir, en plena pandemia, se produjo una disminución importante de la longitudinalidad y que, aunque en general ésta es buena, los equipos que se organizan con agendas de urgencia, agendas únicas o agendas por tareas o que favorecen la atención inmediata presentan peores resultados.

Desgraciadamente, no todas las organizaciones, equipos y profesionales tienen claros los beneficios de la longitudinalidad. Son frecuentes, aún, las consultas de urgencias en los centros de atención primaria, en las que se atienden los motivos de consulta de los pacientes que no se han podido programar con la suya referente. O la realización de las visitas domiciliarias por unos profesionales concretos. O las agendas de enfermería y medicina para tareas o técnicas (curas, inyectables, electrocardiogramas, bajas…). O la atención a la cronicidad y al final de vida por equipos específicos. O las recientes agendas telefónicas unificadas. O… En todos estos casos la relación en el tiempo de la persona atendida con su doctora se va al garete y en este punto se incrementan, según nos dice la evidencia, las consultas a los servicios de urgencias, los ingresos hospitalarios y la mortalidad.

Hay mucha preocupación por recuperar las visitas presenciales en los centros de atención primaria, que es muy importante, pero si no se recupera la longitudinalidad, la misma presencialidad perderá valor. Los sistemas sanitarios, en las últimas décadas, han dado demasiado valor a la inmediatez y a las respuestas rápidas a cualquier problema o incomodidad, en detrimento de dimensiones asistenciales mucho más beneficiosas, como es la relación de confianza y el vínculo con una profesional. La vuelta a las consultas pospandemia no puede obviar la evidencia y aplicar criterios arbitrarios o “porque siempre se ha hecho así”.

Es cierto que algunas direcciones marcan de manera correcta el camino, pero es necesario poner las condiciones para hacerlo posible (personal suficiente, contratos estables…) y consolidarlo. Incentivarlo, si es necesario. Consulta telefónica cuando sea útil, visita urgente cuando sea necesaria, visita a domicilio cuando se requiera, atención a final de vida cuando sea el momento… siempre por misma doctora. También si se presenta un dolor de cabeza, el azúcar no va bien, o el dolor de espalda dura demasiado, cuando hay problemas en casa o en la comunidad, cuando los ánimos van a la baja o cuesta dormir… siempre por la misma doctora.

No olvidemos que la relación estable con el médico de cabecera aporta también beneficios para el sistema sanitario y toda la sociedad, en la medida que optimiza la utilización de los servicios, incrementando su disponibilidad y su capacidad asistencial. Todas ganamos.

 

Fuente: diarisanitat.cat

Noticia traducida por ASSCAT

Autora: Francesca Zapater Torras. Licenciado en Medicina y Cirugía en 1976 por la Universidad de Barcelona. Jubilada. Ha trabajado como médica de atención primaria en Martorelles, Montmeló y Vilanova del Vallès. Ha sido tutora de Medicina Familiar y Comunitaria, directora del Equipo de Atención Primaria Montornès-Montmeló, ha formado parte del Grupo de Calidad de la CAMFIC y ha sido presidenta del Fórum Catalán de Atención Primaria (FoCAP) entre 2011 y 2015. Actualmente es miembro de la junta directiva de FoCAP y miembro del Comité de Ética Asistencial del Vallès Oriental Centro.

28/09/2021

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