La actividad física puede ayudar a reducir el riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer

20/01/2020 | Noticias de prensa

Caminar a paso ligero o subir las escaleras ayudan a hacer el mínimo de actividad requerida para reducir el riesgo de desarrollar un tumor de colon, mama, endometrio, riñón, hígado, mieloma o linfoma de Hodgkin.

El cáncer es una de las principales causas de enfermedad y muerte en los países desarrollados. En 2018, más de 18 millones de personas en todo el mundo estaban afectadas por un tumor, una cifra que escalará hasta los 29,5 millones en 2040. En España, más de 277.000 personas recibieron el diagnóstico de cáncer en 2019. Estos datos justifican el interés por encontrar estrategias preventivas eficaces.

Uno de los mejores aliados es la actividad física, y así lo han demostrado diferentes estudios. El portal de información al paciente Cancer.net (de la Sociedad Americana de Oncología Médica) recoge que la actividad física está asociada con un menor riesgo de desarrollar, entre otros, un tumor de colon y de mama. La cuestión es qué y cuánto ejercicio hay que hacer para obtener ese beneficio. Además, ¿todos los cánceres responden de igual manera a la actividad física?

Estas incógnitas son las que ha pretendido resolver un equipo internacional de investigadores de algunas de las instituciones más prestigiosas, como los institutos nacionales del Cáncer y de Envejecimiento de Estados Unidos; el Instituto Karolinska (Suecia) o la Universidad de Melbourne (Australia). Para ello, han examinado los resultados de más de 750.000 personas, sometidas a un seguimiento de más de 10 años, incluidas en 5 cohortes estadounidenses, 3 europeas y una australiana correspondientes a diferentes estudios.

Conocer las respuestas es muy importante para, justifican los autores, establecer unas recomendaciones de actividad física durante el tiempo libre (es decir, que no se corresponde a un entrenamiento deportivo) orientadas a reducir el riesgo de desarrollar cáncer.

Los investigadores, que han publicado su trabajo en el ‘Journal of Clinical Oncology’, se centraron en 15 tipos de cáncer y encontraron que en siete de ellos, la reducción del riesgo asociado al ejercicio era particularmente importante (disminuciones del 6% al 27%). Los mejores resultados se obtuvieron para los tumores de colon (reducción entre el 8% y el 14%); mama (6% al 10%), endometrio (10%-18%), riñón (11%-17%), mieloma (14%-19%), hígado (18%-27%) y linfoma no Hodgkin (11%-18%).

Dosis mínima de actividad

La ‘dosis’ de ejercicio media de corte fue de 2,5 horas semanales de actividad física de intensidad moderada (por ejemplo, caminar a buen paso), que es la mínima recomendada por los expertos en actividad física (el valor medio de las personas estudiadas fue ligeramente superior). A partir de ese valor de corte, los científicos comprobaron que niveles más altos de actividad se asociaron con un menor riesgo de cáncer de mama, colon, endometrio, esófago y cáncer de cabeza y cuello. Por el contrario, más actividad no se tradujo en menos riesgo de cáncer de riñón y gástrico y de hígado.

Más intensidad de actividad se tradujo en un riesgo más bajo de cáncer de colon en hombres (en mujeres la relación no fue tan fuerte) y de linfoma de Hodgkin en mujeres.

Este trabajo pone de manifiesto que la relación dosis-respuesta es patente solamente en unos tipos de cáncer mientras que en otros, como el de riñón o hígado, hacer más actividad del mínimo recomendado no consigue mayor protección.

También es relevante la diferencia de respuesta a la actividad física de los diferentes tumores, lo que, según los científicos, puede reflejar diferencias importantes en los mecanismos biológicos subyacentes para distintos tipos de cáncer. Por ejemplo, “los mecanismos principales propuestos para explicar las asociaciones con el cáncer de mama son los factores circulantes (hormonas esteroides sexuales, insulina, biomarcadores inflamatorios) que pueden impactar menos sobre la tumorogénesis en respuesta al ejercicio”.

Miguel Ángel Seguí, del grupo de trabajo de ejercicio y cáncer de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), confirma la diversidad de mecanismos que subyacen en la relación entre el cáncer y la actividad física, pero concede una relevancia especial al impacto sobre la obesidad y, precisamente, “son los tumores más vinculados a la obesidad (endometrio, mama, colon, etc.) los que registran una reducción más relevante del riesgo”.

En el hígado, el ejercicio tiene un efecto directo sobre la glucosa, el glucógeno y el metabolismo de los lípidos y puede reducir el riesgo o revertir la enfermedad del hígado graso no alcohólico, un factor de riesgo emergente para el cáncer hepático.

Sin miedo a la ‘sobredosis’

Alejandro Lucía, investigador de la Universidad Europea, coincide con Seguí en que el beneficio de la actividad física sobre el cáncer obedece a diferentes razones y admite que “queda un mundo por descubrir en este campo”. Tras esta puntualización describe: “El ejercicio hace más fuerte al sistema inmune contra el cáncer. Las células que mejor responden al ejercicio son las ‘natural killer’ (un tipo de linfocitos), que bajo los efectos de la actividad física se dirigen a los tumores y los infiltran”. A la vez, durante el ejercicio, “los músculos liberan a la sangre mioquinas, unas sustancias que tienen un cierto efecto antitumoral”.

Pero los efectos de la actividad física no se manifiestan de forma inmediata, sino que lo hacen después de unas horas, cuando esas mioquinas se han liberado y también se ha liberado adrenalina, que tiene un efecto antitumoral en cáncer de mama.

En lo que al riesgo de cáncer y actividad física se refiere, este investigador defiende el cuanto más mejor, y en el caso de que no sea así (como sugiere el artículo del ‘Journal of Clinical Oncology’), “el ejercicio no acarrea ningún daño. Un fármaco, en exceso, puede ser perjudicial pero un exceso de actividad física, lo peor que puede tener es que no sea más beneficioso”.

“Lo que es malo para el organismo es el estrés crónico asociado a no hacer nada de ejercicio, y la repetición de episodios agudos de estrés con ejercicio es lo más saludable porque conduce al cuerpo a adaptarse”, insiste Lucía.

Especialmente importante es el efecto antiinflamatorio del ejercicio, derivado de las mioquinas. “Muchos tipos de tumores (y otras enfermedades crónicas) se deben a un estado de inflamación sistémica crónica, y en esta línea, el ejercicio es uno de los principales antiinflamatorios que existen”.

Alejandro Lucía, que es catedrático de Fisiología del Ejercicio, dice que “vivir sin hacer ejercicio es vivir en contra de nuestra biología”.

El experto reitera que como poco hay que hacer 2,5 horas semanales de actividad moderada, pero “ir subiendo poco a poco es muy positivo”.

Andar a buen ritmo, dejar a un lado el ascensor o las escaleras mecánicas son recomendaciones sencillas para moverse más y alejar el riesgo de cáncer. Lucía no tiene ninguna duda de que “la actividad física es un estilo de vida”.

Un metanálisis realizado por el equipo de Alejandro Lucía, y publicado en la revista ‘Mayo Clinic Proceedings’, encontró que los atletas de élite tienen un 40% menos de riesgo de muerte por cáncer. “Esto avala el efecto dosis-respuesta de la actividad física frente al cáncer”.

Seguí destaca que “este es el último trabajo de muchos que confirman la relación positiva entre actividad física y cáncer”, y aunque comparte con los autores del estudio la idea de que a partir de un nivel de actividad física no se obtiene un ‘plus’ de beneficio en reducción del riesgo de desarrollar cáncer, sí enfatiza que lo importante de cara a rebajar el riesgo es “la dosis de actividad acumulada a lo largo de la vida”.

Concienciar de la trascendencia de esta relación es una prioridad para la SEOM, y en las próximas semanas hará públicas las nuevas guías de ejercicio y cáncer dirigidas a la población general y a los oncólogos.

 

Fuente: elconfidencial.com

20/01/2020

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