España tiene un déficit de 120.000 enfermeras
Cataluña, lejos de la ratio de la UE: sólo en Barcelona provincia la plantilla debería crecer un 43%.
Faltan enfermeras. Médicos también, pero más enfermeras. Ha sido un comentario repetido en el último año en el sistema sanitario. La COVID ha revalorizado el papel de la enfermería, máxime ahora que lidera la vacunación. Por eso, el sector cree que es hora de hacerse valer. Se ha evidenciado la necesidad de más profesionales. En Catalunya deberían trabajar 17.300 más, un 36% más, para alcanzar la ratio de Navarra, de 8,6 enfermeras por cada mil habitantes, la más alta de España. Para llegar a la ratio media de la Unión Europea (de 9,5), el aumento debería ser de 24.000 plazas, según estimaciones colegiales.
Paola Galbany, presidenta del Col·legi d’Infermeres de Barcelona (COIB), se conformaría con la ratio navarra. La catalana es de 6,2 enfermeras por mil habitantes; de 6,6 en Barcelona provincia, donde están el 78% de las 48.300 enfermeras catalanas en activo. Sólo aquí el aumento debería ser del 43% (16.000 enfermeras) para acercarse a la ratio europea. El sindicato CSIF estimó ayer que en toda España faltarían 120.000 enfermeras y 45.000 auxiliares para equipararse a ratios europeas. Las ratios no existen porque sí; se ha estudiado que a más enfermeras, mejor asistencia y menor mortalidad, dijo Galbany.
Con la COVID ha aumentado la contratación. Casi no hay paro. El mes pasado solo había 300 colegiadas del COIB sin empleo, admitió la presidenta. Pero subrayó que esos contratos deberán consolidarse. Y ni la excepcional demanda por la epidemia ha acabado con la eventualidad, que duplica la que hay entre los médicos, ni con los bajos salarios. “Las enfermeras no podemos trabajar como temporeros, sólo en verano y Navidad”, criticó Galbany.
Glòria Jodar, responsable de desarrollo profesional en el COIB, explicó que no se trata solo de reivindicar ratios, sino de analizar cuántas enfermeras más hay que contratar en cada lugar, según las necesidades poblacionales, y actuar. También recordó que hace años que tienen titulación de graduadas, pero cobran como diplomadas. Y que tienen pocas opciones de promoción, de ascenso, de carrera profesional.
Los peores salarios se pagan en las residencias y centros sociosanitarios, por donde hay que empezar la mejora, según Galbany. Explicó que no hay datos, pero muchas enfermeras, cuando llevan unos 10 años de ejercicio, se sienten quemadas y, sobre todo, al querer ser madres (más del 80% son mujeres), las hay que abandonan la profesión por las dificultades para conciliar vida laboral y familiar.
Otras se van a países que ofrecen condiciones mejores. Entre el 2011 y el 2015, solo el COIB tramitó 1.300 expedientes de emigración (otras se van por su cuenta). Pese a la mayor demanda, el año pasado se fueron 139, más que las 115 del 2019.
Galbany ve difícil recuperar a las que se han ido, pero sí piensa que se podrían reincorporar muchas de las enfermeras que han dejado la profesión si ésta tuviera más incentivos. Tanto ella como Jodar pidieron más contratos en la sanidad pública (aún arrastraba los recortes de plazas de la crisis económica cuando la arrasó la COVID) y mejores condiciones de trabajo. También, participar en los núcleos de decisión y planificación. La enfermería dice que es quien más conoce a los pacientes y se siente valorada por la ciudadanía, pero no por las administraciones.
Como apunta Olaiz San Martín, enfermera de la UCI del Hospital del Mar, “la epidemia debe cambiar las condiciones de la profesión: ahora que todo el mundo ha visto que hacemos un enorme esfuerzo, eso merece por lo menos contratos estables y mejores condiciones, nos las hemos currado a base de turnos dobles”.
Galbany recordó que con la COVID se decidió ampliar las plazas universitarias, “pero se debía haber hecho hace al menos cuatro años, así ahora no estaríamos con esta falta de enfermeras”, afirmó. El sindicato Satse reclama, por ejemplo, no sólo más plazas en los centros sanitarios, también enfermeras en los centros educativos y hasta en los aeropuertos y en los vuelos de larga duración.
La epidemia ha vuelto la profesión todavía más estresante. El 2020 crecieron un 56% las consultas al programa de salud mental y adicciones del COIB respecto al 2019, hubo 2.812 visitas. También aumentaron un 187% las consultas al colegio, el 77% relacionadas con la COVID, desde para ofrecerse a ayudar voluntariamente hasta quejas sobre los equipos de protección contra el virus, los EPI.
Fuente: lavanguardia.com