Nueva interpretación de posibles causas de la hepatitis aguda infantil de origen desconocido que creó una alarma hace 2 años

Nueva interpretación de posibles causas de la hepatitis aguda infantil de origen desconocido que creó una alarma hace 2 años

Esta hepatitis grave podría ser debida a una comprensión insuficiente de la patogenicidad de los adenovirus.

Hace 2 años, la hepatitis infantil de origen desconocido llamó la atención en todo el mundo sin quedar del todo aclarado su origen. Hasta el 12 de mayo de 2022, se han notificado 492 casos de hepatitis aguda, incluidas 12 muertes, en niños de 16 años o menos.[1] Estos casos mostraron síntomas iniciales de gastroenteritis seguidos de ictericia y hepatitis aguda. Se descartaron los virus de las hepatitis A-E. Además, la mayoría de los pacientes no tenían fiebre y tenían menos de 5 años de edad.[1] Los estudios específicos para el diagnóstico de virus revelaron que en el 59,6% (90/151 casos analizados) fueron positivos para adenovirus (AdV) y el 11,6% (20/173 casos analizados por PCR) fueron positivos para el virus del síndrome respiratorio agudo grave (SARS)‐coronavirus 2 (CoV‐2), con 19 casos de coinfección.

En una publicación reciente se planteó la hipótesis de que esta hepatitis en niños se podría deber a la coexistencia los dos virus, el AdV y el SARS-CoV-2, lo que produciría una elevada necrosis de hepatocitos.[2]

Según la evidencia disponible, la infección por AdV es sin duda la causa directa y principal, puesto que el AdV puede causar síntomas gastrointestinales incluso cuando la afectación principal se halla en el tracto respiratorio, particularmente en niños pequeños,[3] y las infecciones por afinidad gastrointestinal AdV-40 y AdV-41 muestran síntomas de gastroenteritis o diarrea y/o complicaciones raras, colitis hemorrágica, hepatitis , colecistitis o pancreatitis.[3] Esto es totalmente consistente con los síntomas observados en los casos con una alta tasa de AdV positivos y también explica por qué se identificaron otros tipos de AdV. Además, debido a la falta de inmunidad humoral, aí en más del 80% de las infecciones por AdV diagnosticadas, los niños eran menores de 4 años,[3] lo que es consistente con las edades predominantes de 3 a 5 años, en los niños con hepatitis aguda.

Los autores proponen que la hepatitis grave causada por AdV en humanos puede haber estado circulando durante mucho tiempo. Cabría preguntarse por qué no se hizo antes un seguimiento de esta enfermedad. En primer lugar, los médicos generalmente ignoraban si el AdV causaba hepatitis. Anteriormente existía una baja incidencia de hepatitis grave de origen desconocido en niños pequeños, pero las causas carecieron de investigaciones en profundidad después de descartar los virus de la hepatitis A-E.

En segundo lugar, en algunos casos se detectó coinfección por SARS‐COV‐2 y AdV, y esto puede haber agravado la hepatitis causada por AdV, como ha ocurrido en la hepatitis causada por el virus de la hepatitis B. El papel de la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19) aquí ha sido aumentar el número de casos de hepatitis grave detectados.

En tercer lugar, durante la pandemia, los organismos de salud pública aumentaron su vigilancia de las enfermedades infecciosas, lo que condujo finalmente al descubrimiento y la atención mundial de este tipo de hepatitis. En un caso se informó por primera vez el hallazgo de hepatitis por AdV en un adulto inmunocompetente en los Estados Unidos lo cual descarta que el AdV sea la causa hepatitis grave solo en pacientes inmunocomprometidos.[4] Los mecanismos de defensa inmune, pueden ser responsables del desarrollo de toxicidad hepática aguda mediada por el virus de la hepatitis AdV a través de la interferencia entre citocinas y quimiocinas.[5]

Se han identificado más de 100 tipos de AdV, y están surgiendo tipos novedosos y recombinantes; la mayoría de estos tipos no han sido suficientemente investigados, en especial su patogénesis en niños. Sin embargo, sugieren realizar estudios retrospectivos en aquellos casos de hepatitis no causada por los virus de las hepatitis A-E, conjuntamente con los tipos emergentes de AdV.

Referencias:

  1. European Centre for Disease Prevention and Control . Communicable disease threats reports, 8–14 May, 2020 Week 19. 2022 [cited 2022 May 17]. Availabe from: https://www.ecdc.europa.eu/en/publications‐data/communicable‐disease‐threats‐report‐8‐14‐may‐2022‐week‐19
  2. Brodin P, Arditi M. Severe acute hepatitis in children: investigate SARS‐CoV‐2 superantigens. Lancet Gastroenterol Hepatol. 2022. https://doi.org/10.1016/S2468‐1253(22)00166‐2
  3. Lynch JP 3rd, Kajon AE. Adenovirus: epidemiology, global spread of novel serotypes, and advances in treatment and prevention. Semin Respir Crit Care Med. 2016;37(4):586–602.
  4. Khalifa A, Andreias L, Velpari S. Adenovirus hepatitis in immunocompetent adults. J Investig Med High Impact Case Rep. 2022;10:23247096221079192. https://doi.org/10.1177/23247096221079192
  5. Ajuebor MN, Jin Y, Gremillion GL, Strieter RM, Chen Q, Adegboyega PA. GammadeltaT cells initiate acute inflammation and injury in adenovirus‐infected liver via cytokine‐chemokine cross talk. J Virol. 2008;82(19):9564–76.

 

Fuente: journals.lww.com

Artículo traducido y adaptado por ASSCAT

Declaración conjunta del Grupo Europeo sobre Obesidad Infantil (ECOG), la Coalición Europea para las Personas que Viven con Obesidad (ECPO), la Asociación Internacional de Pediatría (IPA), la Obesity-Canada, la Asociación Europea para el Estudio de la Obesidad, el Grupo de Trabajo sobre Obesidad Infantil (EASO-COTF), la Coalición de Acción contra la Obesidad (OAC), la Sociedad de Obesidad (TOS) y la Federación Mundial de Obesidad (WOF), instan a utilizar en las personas con sobrepeso u obesidad y en particular en la edad infantil, un lenguaje que evite el estigma relacionado con el peso

Declaración conjunta del Grupo Europeo sobre Obesidad Infantil (ECOG), la Coalición Europea para las Personas que Viven con Obesidad (ECPO), la Asociación Internacional de Pediatría (IPA), la Obesity-Canada, la Asociación Europea para el Estudio de la Obesidad, el Grupo de Trabajo sobre Obesidad Infantil (EASO-COTF), la Coalición de Acción contra la Obesidad (OAC), la Sociedad de Obesidad (TOS) y la Federación Mundial de Obesidad (WOF), instan a utilizar en las personas con sobrepeso u obesidad y en particular en la edad infantil, un lenguaje que evite el estigma relacionado con el peso

Voces líderes en el campo de la investigación y de la práctica clínica en la obesidad han pedido el uso de un lenguaje que priorice a la persona y al paciente en la práctica clínica, la investigación, la educación y las comunicaciones en la información sobre sobrepeso y obesidad.

Si bien éste ha sido un mensaje claro y consistente en el contexto de la obesidad adulta, el objetivo del presente documento es resaltar la importancia del lenguaje centrado en las personas en la obesidad infantil.

La obesidad es una enfermedad neurometabólica crónica y compleja en la que una acumulación anormal o excesiva de grasa corporal supone un riesgo para la salud. La terminología que prioriza a las personas reconoce apropiadamente a los individuos primero y evita definirlos por su enfermedad, por ejemplo, utilizando el término “personas con obesidad” en lugar de “personas obesas”. Por extensión, la comunicación respetuosa que prioriza a la persona utiliza términos centrados en el paciente en lugar de términos eufemísticos o etiquetas emocionales que sugieren victimización o impotencia. En contraste, el lenguaje que prioriza la identidad o la enfermedad coloca la enfermedad o discapacidad antes del sustantivo que se refiere a la persona.

El uso de lenguaje e imágenes centrados en el paciente se considera una estrategia crucial para abordar conceptos como el exceso de peso y el estigma relacionados con la obesidad. Sobre el exceso de peso existen sesgos, estereotipos, actitudes y creencias negativos sobre una persona en función de su peso o tamaño corporal. Los sesgos se basan en gran medida en conceptos erróneos considerando que la obesidad es el resultado de la debilidad individual y, en consecuencia, es responsabilidad de cada individuo abordarla, no se basan en los conceptos más actualizados de que la obesidad es una enfermedad con factores biológicos, genéticos, psicosociales y ambientales complejos.

Los sesgos en el peso se manifiestan en acciones y comportamientos, como la estigmatización, las burlas, el acoso, el rechazo social y la discriminación relacionados con el peso en la educación, el empleo y la atención sanitaria. El sesgo, el estigma y la discriminación basados en el peso crean problemas de salud, sociales y sociales y las desigualdades económicas y, por lo tanto, se debe dar prioridad a la prevención de los prejuicios y el estigma.

Si bien hoy en día todos los individuos son propensos a sufrir prejuicios sobre el peso, los niños están particularmente predispuestos. Las percepciones de discriminación de los niños pueden desarrollarse temprano en la vida, y algunos autores identifican expresiones de estigma y prejuicios sobre el peso a partir de los 3 años. Independientemente del tiempo de exposición al estigma durante la vida del niño, su impacto tiene consecuencias graves y para toda la vida, incluyendo angustia psicológica, peores resultados sociales y académicos y consecuencias físicas adversas que afectan el desarrollo de la personalidad, la autoimagen, la autoestima y la confianza, y la calidad de vida en general.

Los niños pueden sufrir el lenguaje y comportamientos estigmatizantes en una variedad de entornos, desde compañeros y educadores en el entorno escolar hasta padres y familiares en el hogar. Las plataformas de redes sociales y las películas y programas de televisión dirigidos a niños a menudo refuerzan los sesgos sobre el peso. El lenguaje y las conductas estigmatizantes no se limitan a los ámbitos sociales, sino que también se han documentado ampliamente en entornos de atención médica y entre el personal en el manejo clínico de la obesidad. Un estudio encontró que entre los adolescentes que viven con obesidad, el uso de lenguaje estigmatizante provocaba respuestas de tristeza o vergüenza. Los padres y los niños que experimentan estigma sobre el peso en los entornos de atención médica pueden retrasar o evitar las visitas, lo que puede tener graves consecuencias para su salud y bienestar. El estigma sobre el peso se ha demostrado que se asocia con una peor salud ya que tienen menos probabilidades de acceder a la atención o cumplir con el tratamiento. El uso de un lenguaje respetuoso y no estigmatizante es importante para la prevención, el tratamiento y el manejo eficaces de la obesidad.

La Academia Estadounidense de Pediatría y la Sociedad de Obesidad han publicado una declaración de política sobre el “estigma experimentado por niños y adolescentes con obesidad” y las Guías de Práctica Clínica Canadienses sobre Obesidad recomiendan que los servicios de atención médica eviten el uso de palabras, imágenes y prácticas críticas cuando atiendan a pacientes que viven con obesidad.

Sin embargo, a pesar de los múltiples advertencias a instituciones académicas, autoridades de salud pública, organizaciones de profesionales sanitarios, medios de comunicación, servicios de salud pública y órganos responsables de la enseñanza, para que adopten un lenguaje sobre la obesidad infantil que refleje el conocimiento científico actual de la enfermedad, el progreso sigue siendo lento. De hecho, un estudio publicado recientemente encontró una adherencia muy baja al lenguaje centrado en el paciente en publicaciones científicas relacionadas con la obesidad infantil publicadas entre 2018 y 2020 y disponibles en PubMed, y la mayoría de los artículos incluían etiquetas estigmatizantes no centradas en el paciente. Sin embargo, entre los artículos sobre obesidad pediátrica indexados en PubMed durante los últimos 20 años, se observa una fuerte disminución en el uso de lenguaje no centrado en el paciente en los títulos de artículos revisados desde 2014 en adelante. Curiosamente, en 2019 un mayor número de publicaciones utilizaron un lenguaje centrado en las personas en sus títulos que aquellas que no lo hicieron.

Estas tendencias alentadoras podrían atribuirse a las decisiones de las principales revistas sobre obesidad de imponer en sus políticas editoriales el uso de un lenguaje centrado en las personas, junto con la intensa campaña que aboga por su uso por parte de las principales organizaciones y sociedades internacionales.

Si bien la mayoría de las revistas orientadas a la obesidad tienen políticas lingüísticas que dan prioridad a la persona, esto no se extiende a todas las revistas. Todavía hay un número sustancial de revistas que publican artículos que no utilizan el lenguaje centrado en las personas en estudios de niños y adolescentes con sobrepeso y obesidad. Por ejemplo, el 4 de julio de 2022 se publicaron 32 artículos en PubMed que no utilizaban un lenguaje centrado en las personas en su título y/o resumen. Además, la implementación de estas políticas es inconsistente entre las revistas.

De hecho, todas las revistas científicas que publican sobre la prevención, el tratamiento o la atención de la obesidad deben adoptar y hacer cumplir políticas lingüísticas que prioricen a las personas al publicar sobre pacientes con cualquier enfermedad, incluida la obesidad. Este uso del lenguaje centrado en las personas también debería aplicarse a cualquier presentación o conferencia, conversación hablada, artículos en los medios o entrevistas (entre otros ámbitos y contextos) para evitar la percepción de discriminación antes citada y potencialmente aumentar la estigmatización, reduciendo el impacto positivo y la eficacia de las acciones educativas, científicas o clínicas.

Un análisis reciente del impacto del enfoque estratégico de Obesity Canada (OC) para reducir el sesgo de asociado al peso y el estigma de la obesidad mediante la adopción de una política para mejorar el idioma en sus conferencias sobre obesidad, mostró que con el tiempo, los resúmenes de las investigaciones tenían más menciones al sesgo de peso. También demostraron que adoptar un lenguaje que priorice a las personas como una práctica estándar lleva tiempo y que comunicar claramente y hacer cumplir los cambios en las políticas lingüísticas es imperativo para una adopción generalizada.

Es de vital importancia continuar interactuando con niños y adolescentes con sobrepeso y obesidad, para garantizar el uso del lenguaje centrado en la persona y que el marco lingüístico de su condición refleje su preferencia. A nivel individual, el lenguaje de las personas primero es una discusión delicada. Las personas que viven con obesidad pueden tener sus propias preferencias sobre los términos o el lenguaje que preferirían usar cuando hablan sobre la obesidad con su equipo médico. Puhl y sus colegas realizaron recientemente una gran encuesta online entre padres y adolescentes estadounidenses y resaltaron la diversidad de preferencias de los jóvenes y la necesidad de enfoques individualizados que apoyen una comunicación efectiva entre padres y jóvenes mediante el uso de sus términos preferidos al discutir el peso.

Sin embargo, en documentos y presentaciones de investigación, educación, clínica y política/promoción relacionados con la prevención y el manejo de la obesidad, el lenguaje centrado en las personas debe ser una práctica estándar. Además, en las presentaciones, documentos o conversaciones entre los profesionales responsables de la atención médica y los pacientes en relación con la obesidad, también es importante ser preciso con las definiciones, los términos y el lenguaje utilizados. Por ejemplo, el término obesidad y no “peso” o “índice de masa corporal” (que son indicadores utilizados para la detección y el diagnóstico), sólo deben usarse al describir la enfermedad de la obesidad pero no son adecuados en una consulta o bien para informar al paciente.

Es muy necesaria una educación amplia y continua de todas las personas que interactúan con niños y adolescentes con obesidad en múltiples entornos, para minimizar los prejuicios y el estigma en sus interacciones. Estas personas incluyen personal sanitario, cuidadores, profesores, entrenadores, compañeros, hermanos, padres y familias, pues pueden, ya sea directamente o no, contribuir a la estigmatización. En muchos casos, la toma de decisiones sobre alimentos, actividades, rutinas diarias o interacciones sociales la toman los padres, los representantes legales u otros adultos; por lo tanto, apoyar a los jóvenes con sobrepeso u obesidad debe involucrar a múltiples personas que tengan una correcta información sobre cómo es más conveniente interactuar. Se debe educar a los profesionales de la salud, los cuidadores y los maestros sobre la mejor manera de apoyar a los niños con obesidad a nivel individual y grupal.

Las escuelas deberían perseguir y evitar las burlas basadas en el peso, las cuales deben ser reconocidas en sus políticas contra el acoso escolar. Los profesores también deben garantizar que todos los niños puedan ser incluidos y bienvenidos en las actividades escolares. Esto es particularmente cierto para los profesores de educación física y los instructores y entrenadores de deportes/ocio, cuyas clases pueden crear inadvertidamente situaciones estigmatizantes.

Tales situaciones pueden incluir centrarse en los niños con sobrepeso y obesidad pidiéndoles que realicen ejercicios o tareas apropiados, asimismo se aconseja la exclusión de niños que tengan barreras físicas, sociales y/o psicológicas para participar en determinadas actividades de educación física o deportivas, selección sesgada de compañeros de equipo por parte de sus compañeros o burlas y victimización basadas en el peso, la apariencia o el desempeño. También se debe proporcionar a los padres, hermanos y familias las habilidades necesarias para apoyar a los jóvenes de una manera que sea respetuosa (no sólo en relación con el peso, también por la raza, etnia, identidad de género, edad, religión, etc.) para conseguir que sean inclusivas y no estigmatizantes.

De acuerdo con la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, los niños y jóvenes no deben sufrir prejuicios o “discriminación de ningún tipo, independientemente de la raza, color, sexo del niño o de sus padres o tutor legal, idioma, religión, opinión política o de otra índole, origen nacional, étnico o social, propiedad, discapacidad, nacimiento u otra condición”.

Siguiendo las declaraciones ya iniciadas en relación a la población adulta, y ante la urgente necesidad de acabar con el estigma que rodea a la obesidad, particularmente entre niños y adolescentes, el Grupo Europeo de Obesidad Infantil (ECOG), como única sociedad internacional íntegramente dedicada a la Obesidad Pediátrica, invitó a la Asociación Europea para el Estudio de la Obesidad, al Grupo de Trabajo sobre Obesidad Infantil, a la Asociación Internacional de Pediatría (IPA), a la Obesity Canada, a la Coalición de Acción contra la Obesidad (OAC), a la Sociedad de Obesidad (TOS) y la Federación Mundial de Obesidad (WOF)—para unirnos en su llamado para el uso de un lenguaje y acciones que prioricen a la persona y a las personas para minimizar el sesgo por el peso, el estigma y la discriminación por parte de todas las personas directa o indirectamente involucradas con niños y adolescentes con obesidad.

La obesidad es una enfermedad compleja, sistémica y crónica con recaídas, con muchos factores contribuyentes y que están más allá del control individual. Creemos colectivamente que poner fin a la expresión del prejuicio sobre el peso y el estigma en forma de lenguaje peyorativo, junto con acciones positivas, contribuirá al diseño, ejecución y eficacia de las intervenciones y el manejo de la obesidad y mejorará los resultados sociales para todos los niños, independientemente de su peso o estado de enfermedad, al tiempo que mejorará su salud y bienestar, crecimiento y calidad de vida.

 

Referencia: https://doi.org/10.1111/ijpo.13024

Fuente: onlinelibrary.wiley.com

Artículo traducido y adaptado por ASSCAT

La interacción bidireccional negativa entre el cambio climático y la prevalencia y el cuidado de la enfermedad hepática: un comentario conjunto de la BSG (British Society of Gastroenterology), la BASL (British Association for the Study of the Liver), la EASL (European Association for the Study of the Liver) y la AASLD (American Association for the Study of the Liver)

La interacción bidireccional negativa entre el cambio climático y la prevalencia y el cuidado de la enfermedad hepática: un comentario conjunto de la BSG (British Society of Gastroenterology), la BASL (British Association for the Study of the Liver), la EASL (European Association for the Study of the Liver) y la AASLD (American Association for the Study of the Liver)

El impacto de la crisis climática en la salud: de lo global a lo específico del hígado

Se está reconociendo que la crisis climática es una de las mayores amenazas para la salud mundial del siglo XXI, porque el cambio climático se asocia a enfermedades.

Ya estamos viendo el impacto negativo en la salud mundial debido al aumento de la temperatura y la contaminación del aire. Un episodio notable fue la ola de calor extremo en Europa en el verano de 2003, que produjo un exceso de fallecimientos. Se estima que fueron 70.000 muertes de más en toda Europa, de las cuales el 20% en Londres y el 70% en París, atribuidas al cambio climático inducido por el hombre o antropogénico.

El cambio climático también afecta los determinantes sociales y ambientales de la salud, como el agua y la seguridad alimentaria, el estado mental y un fácil acceso a la atención médica asequible, el ejercicio y otras actividades físicas, la falta de los cuales se asocian a cambios negativos que tienen efectos nocivos en la salud a nivel mundial.

En particular y desde la perspectiva de la hepatología, la enfermedad hepática causa aproximadamente 2 millones de muertes por año en todo el mundo, y esta cifra de pacientes de enfermedad hepática continúa creciendo. Los factores que causan el cambio climático y el deterioro de la salud mundial en general también pueden desempeñar un papel importante en el desarrollo de una serie de enfermedades hepáticas, la mayoría de las cuales (quizás todas) son prevenibles. Esta explicación puede contribuir a la observación de que, entre 1990 y 2017, casi todos los países del mundo informaron del aumento en la prevalencia de la enfermedad del hígado graso no alcohólico (NAFLD, por sus siglas en inglés). Ésta es una enfermedad hepática que tiene efectos climáticos y ecológicos adversos.

Aunque se requiere más investigación para comprender la conexión entre el cambio climático y la enfermedad hepática, este comentario se enfoca en dos puntos: 1) el efecto del cambio climático en la enfermedad hepática y viceversa, y 2) cómo idear soluciones desde la hepatología sostenibles que puedan abordar los retos planteados. Ésta es una estrategia global considerando las especialidades relacionadas con la hepatología: gastroenterología y endoscopia así como una perspectiva global de los sistemas de salud.

Reflexiones sobre posibles soluciones de Hepatología Sostenible frente al reto de las interacciones recíprocas entre el cambio climático y la enfermedad hepática

Vemos una clara necesidad de educarnos a nosotros mismos, a nuestros pacientes, al público y a las autoridades sanitarias sobre la relación entre el cambio climático y la prevalencia y la atención a la enfermedad hepática. Debemos avanzar urgentemente hacia un modelo de atención más sostenible en la enfermedad hepática, destacando sus beneficios potenciales para los pacientes y los sistemas de atención médica, tanto en relación con las finanzas individuales como institucionales, y no menos importante para la salud del planeta.

Como enfoque general, se puede razonar que las mismas intervenciones podrían mejorar tanto el cambio climático como la enfermedad hepática, por ejemplo, fomentando la actividad física, como caminar e ir en bicicleta en lugar del transporte motorizado. Aunque es intuitivo que existe un impacto de la práctica de la hepatología clínica en el medio ambiente y una asociación entre la enfermedad hepática y el clima.

Al mismo tiempo y junto con la hepatología, se desarrolla el concepto de un futuro más sostenible para la endoscopia, el cual ha sido bien promovido por el “Grupo de Endoscopia Verde”, motivado por la observación negativa de que la endoscopia es la tercera fuente de desperdicio en un hospital típico.

Aquí se presentan algunas soluciones que podrían reducir tanto el cambio climático como las enfermedades hepáticas.

1) Guía para la Hepatología Sostenible

El abordaje de los factores que se sabe favorecen el cambio climático, es vital para restaurar y mantener la salud del hígado humano y un medio ambiente saludable. Por ejemplo, las dietas basadas en plantas (a diferencia de la carne roja y los alimentos ultraprocesados) tienen una huella de carbono más baja que una dieta occidental típica, y se estima que están asociadas con una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero de hasta un 84% y un menor riesgo de NAFLD.

El ejercicio regular reduce la incidencia de hígado graso y, por lo tanto, debe promoverse para reducir la obesidad. Ello se relaciona con la dependencia del transporte motorizado. Si la persona cambiara un viaje al día en coche por uno en bicicleta, esto reduciría la huella de carbono de esa persona en aproximadamente 0,5 toneladas durante un año. Necesitamos reformular la obesidad y la NAFLD como problemas sociales, en lugar de centrarnos únicamente en la responsabilidad individual; necesitamos hacer campaña para instaurar medidas públicas (promoción de viajes activos, reducción de la contaminación del aire y dietas más saludables) que beneficiarán a nuestros pacientes, y a todos y también al medio ambiente.

2) Servicios de hepatología sostenibles

La práctica clínica sostenible se han de aplicar a todas las especialidades médicas y no son específicas de la hepatología, sino que deben adaptarse para satisfacer las circunstancias de cada especialidad. La industria de la salud es una fuente importante de gases de efecto invernadero a nivel mundial; en los Estados Unidos, por ejemplo, el sector de la salud representa aproximadamente el 8,5% de las emisiones nacionales de carbono. El coste estimado de los desechos en el sistema de atención de la salud de los EEUU es aproximadamente el 25% del gasto total en atención de la salud. El sector asistencial debe responsabilizarse de su contribución al cambio climático y prestar urgentemente servicios sostenibles, incluida la atención responsable a pacientes con enfermedades hepáticas. Los objetivos de la atención médica sostenible son la prevención, el empoderamiento y el autocuidado del paciente, la prestación de servicios eficientes y la provisión de alternativas bajas en carbono.

Al simplificar la práctica clínica, como repetición de pruebas y visitas clínicas innecesarias, esperaríamos reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que resultan de la eliminación de materiales desechables utilizados y del transporte motorizado no necesario, mejorando así la salud del planeta. Se deben idear soluciones creativas que minimicen los costes relacionados con los desechos y los impactos ambientales negativos al mismo tiempo que se preservan la atención al paciente y los avances científicos. En este contexto, debemos desarrollar pautas y criterios para determinar si el seguimiento de los pacientes debe ser presencial o en determinados casos mediante alguna forma de contacto remoto, y con qué frecuencia. De manera similar, necesitamos datos sobre el valor de las pruebas no invasivas para evaluar la progresión de la enfermedad e indicar la necesidad de pruebas invasivas.

3) Se debe enfatizar la prevención primaria en Hepatología

Prevenir en lugar de curar es un tema clave de sostenibilidad descrito por el Centro para la Atención de la Salud Sostenible del Reino Unido, que también fue abordado recientemente por la Comisión EASL-Lancet. En el último comentario no se discutió específicamente un vínculo con el cambio climático, quizás destacando un falta de conciencia en la comunidad de hepatología. La Comisión EASL-Lancet, que se centró en proteger a la próxima generación de las complicaciones y la mortalidad prematura por enfermedad hepática, ha propuesto enfocar la prevención y el diagnóstico precoz en el tratamiento de las enfermedades hepáticas, objetivos fundamentales de la Hepatología para el futuro próximo. Este cambio conceptual también podría reducir el impacto climático negativo del sector salud.

4) Ejemplos de servicios sostenibles en Hepatología (es decir, prestación de servicios y alternativas bajas en carbono)

La pandemia de COVID-19 ha precipitado una reevaluación de la prestación de servicios médicos. Incluso antes de la pandemia de COVID-19, se habló sobre una mayor prestación de servicios sostenibles dentro de la Hepatología. Ha habido un movimiento hacia la reducción del uso de pruebas invasivas mediante el uso de biomarcadores serológicos y algoritmos para diagnóstico diferencial clínico y bioquímico. Una endoscopia ambulatoria, sin sedación, se puede realizar durante una visita clínica de rutina, ahorrando un viaje adicional del paciente para la endoscopia y la necesidad de acompañamiento, y además los materiales desechables utilizados para la sedación. Se habían informado avances con la telemedicina antes de que este servicio se generalizara, y fue adoptado, por ejemplo, en la entrega de tratamiento de la hepatitis C a los reclusos encarcelados en prisiones del Reino Unido.

La era de la COVID-19 ha obligado a los equipos de Hepatología de todo el mundo a explorar diferentes formas de trabajar; muchas de estas vías novedosas cumplen los criterios para una atención sanitaria sostenible. En una unidad de trasplante de hígado del Reino Unido, se adoptó una vía de evaluación de trasplante virtual, lo que resultó en una reducción significativa de los viajes de pacientes. Las consultas por teléfono y vídeo (“virtuales”) se han adoptado ampliamente y podrían suponer ahorros significativos de carbono (principalmente al evitar los viajes de los pacientes). Los datos de hepatología ambulatoria del Royal Cornwall Hospital en el Reino Unido demuestran que desde el comienzo de la pandemia, se han ahorrado más de 120.000 millas de pacientes, gracias a las consultas virtuales, con un ahorro de emisiones de CO2 equivalente a 97 viajes en avión de Londres a Nueva York (W Stableforth, comunicación personal, enero de 2022). Sin embargo, el entusiasmo por la telemedicina debe acogerse con cautela porque falta más información. La Hepatología ambulatoria virtual es atractiva, pero puede no ser necesariamente la panacea para un servicio de Hepatología Sostenible.

La mejora de los servicios de Hepatología con una calidad sostenible será obligatoria en la práctica clínica habitual, incluida la reducción de los residuos y las visitas no necesarias al hospital en un amplio espectro de enfermedades hepáticas, como en pacientes estables y bien compensados con cirrosis, hepatitis autoinmune, colangitis biliar primaria, y NAFLD, para quienes las pruebas no invasivas, la telemedicina y la detección de varices pueden ser suficientes.

Una llamada a la acción a actualizarse

La acción decisiva dentro de la comunidad de Hepatología con respecto a la crisis climática está atrasada; y no se puede continuar con “como siempre”. Las sociedades de especialistas en hepatología, junto con la ciudadanía, los pacientes, los políticos y los investigadores (que representan tanto a la ciencia como a la industria) deben trabajar juntos para abordar las amenazas vinculadas con el cambio climático y la enfermedad hepática. Aquellas personas que son conscientes de estas conexiones clima-hepatología deben estar a la vanguardia para trabajar en estos conceptos dentro de sus organizaciones. Uno de los objetivos del comentario actual es crear conciencia dentro de los ámbitos de la hepatología sobre el vínculo entre el cambio climático y la enfermedad hepática. Las medidas prácticas deben ser tomadas por médicos individuales, departamentos, organizaciones de atención médica y sociedades profesionales. En consecuencia, los objetivos más amplios de los hepatólogos han de ser:

  • Crear conciencia sobre el vínculo recíproco entre el cambio climático y la enfermedad hepática, que incluye la formación pre-graduada en la facultad de medicina y la formación especializada.
  • Facilitar la investigación sobre el impacto del clima en el hígado y la atención médica relacionada con el hígado.
  • Promover la conciencia de cómo las formas de vida pueden tener un impacto positivo en la prevención de enfermedades hepáticas y la crisis climática, y abogar por tales cambios de comportamiento y estilo de vida.
  • Reducir los contactos de atención médica de bajo valor en Hepatología, por ejemplo, reducir las visitas y procedimientos presenciales que no sean necesarios.
  • Promover servicios de hepatología sostenibles y buenas prácticas entre colegas, principalmente a través de conferencias virtuales, simposios y reuniones interactivas de grupos pequeños intercaladas con reuniones sociales, educativas y presenciales.
  • Desarrollar conjuntos estandarizados de métricas (protocolos) de sostenibilidad específicas para Hepatología.
  • Abogar por inversiones gubernamentales, por ejemplo, políticas para reducir el impacto nocivo del alcohol, prohibir la comercialización de comida basura, promover alimentos saludables y hacer que el ejercicio sea gratuito y accesible para todos.

Resumen

Debe reconocerse la asociación entre el cambio climático y la salud y la enfermedad hepática y la necesidad de Servicios de Hepatología Sostenibles. Como dijo el presidente Barack Obama en la Cumbre sobre el Cambio Climático de la ONU en 2014: “Somos la primera generación en sentir el impacto del cambio climático y la última generación que puede hacer algo al respecto”. Como hepatólogos, ahora hemos de tener en cuenta este mensaje y trabajar juntos por la salud de nuestros pacientes y del planeta proporcionando una Hepatología Sostenible desde el punto de vista medioambiental.

 

Fuente: journal-of-hepatology.eu

Referencia: https://doi.org/10.1016/j.jhep.2022.02.012

Artículo traducido y adaptado por ASSCAT

 

En los adultos con enfermedad por NAFLD/NASH el conocer su estadío de fibrosis hepática mejora la adherencia a los cambios que han de realizar en su estilo de vida

En los adultos con enfermedad por NAFLD/NASH el conocer su estadío de fibrosis hepática mejora la adherencia a los cambios que han de realizar en su estilo de vida

En la enfermedad del hígado graso no alcohólico (NAFLD, por sus siglas en inglés) se aconsejan cambios en el estilo de vida, pero si el paciente desconoce la gravedad de su enfermedad hepática es más difícil el cumplimiento de éstas.

Se encuestó a pacientes con NAFLD/NASH para identificar áreas de falta de conocimiento sobre el estadio de fibrosis y su asociación con la adherencia a cambios en el estilo de vida. Los hallazgos mostraron que aquellos con un Índice de Masa Corporal (IMC) ≥35 tenían más del doble de probabilidades de no conocer su estadio de fibrosis y que el desconocimiento de la fibrosis hepática en las personas con obesidad moderada o grave se correlacionó significativamente con el cumplimiento deficiente de los cambios en el estilo de vida prescritos por su especialista. Dado que el estadio de fibrosis se está convirtiendo en el principal predictor pronóstico de la progresión de la enfermedad por NAFLD, si mejora la comunicación entre el paciente y el médico, especialmente para las personas con obesidad, en particular sobre el estadio de fibrosis hepática, sus riesgos asociados y cómo mitigarlos, además se objetiva la necesidad de promover programas educativos para el paciente para apoyar los cambios en la dieta y estilo de vida, que han de ser incluidos en la agenda de salud del hígado.

Antecedentes y objetivos:

Aunque las intervenciones en el estilo de vida pueden revertir la progresión de la enfermedad en personas con enfermedad del hígado graso no alcohólico / esteatohepatitis no alcohólica (NAFLD/NASH), el desconocimiento de la gravedad de la enfermedad podría comprometer los cambios de comportamiento. Los datos de esta primera encuesta transversal internacional de personas con NAFLD/NASH se utilizaron para identificar las áreas de no conocimiento en el estadio de fibrosis, su repercusión en el pronóstico y su asociación con la adherencia a los ajustes del estilo de vida.

Métodos:

Se invitó a adultos con NAFLD/NASH registrados en la plataforma Carenity a participar en una encuesta online de 20 minutos y seis secciones en Canadá, Francia, Alemania, Italia, España y el Reino Unido para describir su experiencia con NAFLD/NASH y su cuidado (N = 1.411). Se realizaron estudios estadísticos para estimar el efecto de las variables sobre el desconocimiento del estadio de fibrosis y la posible mala adherencia a los cambios en el estilo de vida.

Resultados:

En el grupo de estudio, el 15,5% presentaba obesidad y el 59,2% desconocía su estadio de fibrosis. Después de múltiples ajustes, las personas con un Índice de Masa Corporal (IMC) ≥35 tenían más del doble de probabilidades de no conocer su estadío de fibrosis, y las personas con un IMC >30 tenían un riesgo tres veces mayor de tener una mala adherencia a los cambios en el estilo de vida. El desconocimiento del estadio de la fibrosis también se asoció significativamente con una mala adherencia a los ajustes del estilo de vida.

Conclusiones:

Dado que el estadio de fibrosis es el principal factor pronóstico de la enfermedad, es muy necesario mejorar la comunicación entre el paciente y el médico, especialmente para las personas con obesidad, sobre el estadio de fibrosis hepática, sus riesgos asociados y cómo mitigarlos. La capacitación de los profesionales de la salud y la promoción de programas educativos para pacientes para apoyar los cambios de comportamiento también deben incluirse en la agenda de salud del hígado.

Introducción

El rápido aumento de la epidemia de obesidad en todo el mundo, junto con el posible fin de la epidemia del virus de la hepatitis C (VHC), posibilitado por el uso generalizado de la terapia antiviral de acción directa (AAD), han cambiado las estrategias para el manejo de la enfermedad hepática en los pacientes con obesidad. La resistencia a la insulina es clave en la patogénesis de la NAFLD, y es muy frecuente en personas con diabetes y/u obesidad.

NAFLD incluye un espectro de condiciones que van desde la esteatosis (es decir, exceso de grasa en el hígado) hasta la esteatohepatitis no alcohólica (NASH), que es una etapa inflamatoria y fibrótica de NAFLD y que puede progresar a complicaciones hepáticas graves como cirrosis y cáncer. Actualmente se están desarrollando varios medicamentos para limitar la inflamación y la progresión a etapas avanzadas de fibrosis hepática. Paralelamente, existe una evidencia creciente de que las intervenciones en el estilo de vida (por ejemplo, cambios en la dieta y realizar ejercicio) son un enfoque efectivo de primera línea para el manejo y la prevención de NAFLD y de NASH. Por ejemplo, el consumo de productos específicos ricos en polifenoles (como el café y té verde, en particular) puede retrasar potencialmente la progresión de NAFLD y de fibrosis. En consecuencia, los ajustes en el estilo de vida deben implementarse desde la primera evidencia de esteatosis.

Se ha demostrado que la pérdida de peso sustancial revierte la enfermedad hepática en pacientes con esteatosis. Sin embargo, los cambios sostenidos en el estilo de vida y la pérdida de peso pueden ser objetivos difíciles de alcanzar en esta población. El entrenamiento intensivo necesario para promover la adherencia a la dieta y a los programas de estabilización también pueden ser costosos e insostenibles. Los hábitos nutricionales saludables, como seguir una dieta mediterránea, han demostrado tener éxito en la reducción del contenido de grasa en el hígado, incluso sin pérdida de peso.

El principal riesgo en pacientes con NAFLD/NASH es la progresión de la fibrosis. Los riesgos para la salud asociados con esta progresión a menudo se subestiman. Incluso en la nomenclatura de la enfermedad, los términos ‘graso’ y ‘no alcohólico’ se incorporan en la definición, lo que socava el riesgo de fibrosis en comparación con el riesgo de ‘graso’, lo que se traslada al diálogo que equipos de atención médica tienen con los pacientes. En consecuencia, como resultado de la desinformación y la falta de comunicación, las personas con NAFLD/NASH pueden subestimar la gravedad de la enfermedad, viéndola sólo como un problema de pérdida de peso y no ser conscientes de la importancia de evaluar y controlar el estadio de fibrosis. Actualmente, no se sabe hasta qué punto el desconocimiento del estado de la fibrosis puede llevar a las personas con NAFLD/NASH a subestimar la gravedad de la enfermedad y obstaculizar los esfuerzos de los profesionales para alentar a estas personas a adherirse a los ajustes del estilo de vida.

Realizamos la primera encuesta internacional de personas con NAFLD/NASH para identificar si la falta de conocimiento sobre el estado de la fibrosis se asociaba a una mala adherencia a los cambios en el estilo de vida.

Discusión

En este estudio se investigan las percepciones y experiencias de las personas con NAFLD/NASH con su enfermedad y la atención recibida y es el primer estudio multinacional que realiza una exploración profunda del conocimiento de esta población sobre su enfermedad y sus necesidades. Hay dos hallazgos principales: en primer lugar, las personas con obesidad grave fueron, paradójicamente, las que más frecuentemente informaron no conocer su estadio de fibrosis. En segundo lugar, la mala adherencia a los cambios en el estilo de vida fue más frecuente en personas que desconocían su estadío de fibrosis y en personas con obesidad. Un hallazgo secundario, pero importante, fue que las mujeres eran más propensas a informar una mala adherencia a los cambios en el estilo de vida en comparación con los hombres.

Controlar el estadío de fibrosis en personas con NAFLD/NASH es un pilar del manejo de la enfermedad debido al pronóstico negativo debido a su progresión. Desafortunadamente, identificar nuevos marcadores no invasivos de fibrosis para subtipos de pacientes y para control de la efectividad de las intervenciones es un reto. Paradójicamente, mientras que la investigación sobre el manejo clínico de las personas con NAFLD/NASH, los tratamientos novedosos y los enfoques combinados amplían las perspectivas de atención para esta población de pacientes, nuestros resultados mostraron una profunda falta de conocimiento sobre la enfermedad, y especialmente sobre el estadio de fibrosis, en un número considerable de participantes en este estudio.

Esta falta de conocimiento depende claramente de la calidad y cantidad de la comunicación entre el paciente y el proveedor, como lo confirmó el hecho de que las personas conscientes de su etapa de fibrosis informaron haber discutido sus pruebas hepáticas con su médico en el año anterior y haber recibido más información de ellos. En especial referían haber recibido una explicación general sobre su etapa NAFLD/NASH de su médico principal. La falta de información destacada aquí puede reflejar el hecho de que algunos profesionales tuvieran un conocimiento limitado sobre la enfermedad y que algunos sólo hicieran un uso limitado de los marcadores de fibrosis. Investigaciones previas encontraron que sólo el 18%, el 30% y el 65% de los médicos de atención primaria, endocrinólogos y gastroenterólogos, respectivamente, informaron usar puntajes de fibrosis en la práctica clínica, y que menos de la mitad de los endocrinólogos y médicos de atención primaria indicaron que derivarían a un paciente con sospecha de NASH a un especialista. Para mejorar la información a los pacientes, los proveedores de atención médica deben entablar una conversación más exhaustiva con ellos sobre NAFLD/NASH (por ejemplo, entregar folletos informativos como: ‘Enfermedad hepática: una guía para el paciente’), que cubre la enfermedad en detalle y fue redactada con representantes de grupos de pacientes, médicos y expertos en salud pública.

El número de profesionales de atención médica que manejaban la enfermedad del participante (NAFLD/NASH) se asociaba con un mejor conocimiento del estadio de la fibrosis. Esta correlación debe interpretarse como un indicador indirecto de la gravedad de la enfermedad (es decir, los pacientes con un estadio de fibrosis más grave son más conscientes de ella), pero también está recibiendo una atención más integral que satisface las necesidades de esta población en términos de acceso y recepción de la atención. Este resultado está en línea con la hipótesis de que las personas con enfermedad avanzada son más conscientes de su etapa de fibrosis. Por el contrario, las personas con obesidad, una población en riesgo de progresión de la fibrosis, tenían menos conocimiento sobre su estado de fibrosis, quizás porque era más probable que sus médicos hablaran sobre los riesgos asociados con el sobrepeso y la importancia de la pérdida de peso para reducir su riesgo cardiometabólico, y posibles complicaciones cardiovasculares, que sobre su progresión de la fibrosis.

De hecho, durante años, la salud del hígado no se ha priorizado (y, en algunos casos, se ha descuidado por completo) en las guías para médicos y enfermeras para el manejo de personas con obesidad. Aunque no podemos excluir que algunas actitudes estigmatizantes por parte de los profesionales de la atención médica y la discriminación pueden empeorar los resultados, y es probable que algunos equipos sanitarios puedan tener una ‘inercia’, definida como la incapacidad de establecer objetivos apropiados y escalar el tratamiento para alcanzar las metas del tratamiento, y tampoco pueden brindar servicios específicos y personalizados. En cualquier caso, el resultado es el mismo: las personas con obesidad no reciben información completa sobre los riesgos asociados al hígado. Además, los pacientes diagnosticados entre 1 y 5 años antes de la fecha de la encuesta tenían más probabilidades de haber sido informados y, por lo tanto, conocían su estadio de fibrosis que los recién diagnosticados; esta asociación fue, sin duda, una información indirecta sobre la atención médica continuada y un mejor recuerdo de la información proporcionada por el personal de salud.

En cuanto a la adherencia a los cambios en el estilo de vida, las personas que no tenían conocimiento sobre la fibrosis hepática tenían un riesgo un 70% mayor de una adherencia deficiente que aquellas que conocían su etapa de fibrosis. Esto confirma nuestra hipótesis inicial, independientemente del país de origen. También encontramos que el apoyo brindado por las enfermeras puede fomentar la participación en los cambios del estilo de vida necesarios para reducir la gravedad de NAFLD/NASH. Dado que las epidemias de obesidad y NAFLD/NASH continúan empeorando y dado que los cambios en el estilo de vida son actualmente la estrategia más efectiva para revertir el curso de NAFLD/NASH, la participación de las enfermeras en los programas de educación sobre el tratamiento puede ampliar el número de puntos de entrada para enfermedades hepáticas de la atención a personas con NAFLD/NASH.

La participación de enfermeras, pero también de otro personal de atención médica, en la educación sobre el tratamiento del paciente puede ser particularmente relevante para pacientes con obesidad, y también para mujeres con NAFLD/NASH, ya que en este estudio, ambos grupos tenían un mayor riesgo de no adherirse a los cambios de estilo de vida.

El estudio observó que un elevado porcentaje de mujeres con obesidad desconocían su estadío de fibrosis hepática y tenían un riesgo casi 12 veces mayor de mala adherencia a los cambios del estilo de vida. Esto sugiere la necesidad de intervenciones específicas de género que se dirijan mejor a las mujeres, en particular a las mujeres con obesidad, ya que constituyen un grupo altamente estigmatizado en todos los entornos, incluida la atención médica.

Teniendo en cuenta los efectos del país, las personas en Italia tenían casi el doble de probabilidades de no conocer su etapa de fibrosis en comparación con el Reino Unido, donde la falta de conocimiento sobre la etapa de fibrosis fue menos frecuente que en los otros países. No sabemos si el mejor conocimiento sobre el estado de la fibrosis en los pacientes del Reino Unido puede interpretarse en términos de una mejor información proporcionada por los proveedores de salud y, en última instancia, de la preparación del país para el manejo de la enfermedad. Los resultados de una mejor adherencia a los cambios de estilo de vida en Italia y España podría reflejar la facilidad de adoptar una dieta mediterránea, pero también el hecho de que la prevalencia de obesidad es menor en estos países.

Conclusiones

Existe un vínculo secuencial entre mejorar la comunicación entre el paciente y el médico-enfermería sobre el estadio de la fibrosis hepática y la progresión de la enfermedad hepática, ya que una mayor conciencia del paciente puede facilitar una mejor adherencia a los cambios en el estilo de vida, lo que en última instancia conduce a una mejor salud del hígado. Dado que la evaluación de la fibrosis hepática se está convirtiendo en la evaluación central para predecir la progresión de la enfermedad de NAFLD a etapas más avanzadas, el conocimiento del paciente sobre su estadío de fibrosis debe convertirse en una prioridad para mejorar la salud del hígado.

A pesar de la gravedad de la morbilidad y la mortalidad relacionadas con NASH, la comunicación entre el paciente y el médico, especialmente para las personas con obesidad, sobre el estadio de fibrosis, sus riesgos asociados y cómo revertirlos, debe mejorar, ya que un mejor conocimiento del paciente significa una mejor adherencia al tratamiento y una mejora del hígado y de la salud general. La capacitación de los profesionales de la salud y la promoción de programas educativos para pacientes para apoyar los cambios de comportamiento para prevenir la progresión de la NAFLD son intervenciones que deberían incluirse con urgencia en las agendas clínicas y de Salud Pública internacionales.

 

Fuente: Liver International

Referencia: Carrieri P, Mourad A, Marcellin F, et al. Knowledge of liver fibrosis stage among adults with NAFLD/NASH improves adherence to lifestyle changes. Liver Int. 2022;42:984–994. doi: https://10.1111/liv.15209

Artículo traducido y adaptado por ASSCAT

 

Hace falta elegir un lenguaje apropiado para reducir el estigma en torno a las enfermedades mentales y los trastornos asociados al uso de sustancias tóxicas incluyendo el alcohol y el tabaco

Hace falta elegir un lenguaje apropiado para reducir el estigma en torno a las enfermedades mentales y los trastornos asociados al uso de sustancias tóxicas incluyendo el alcohol y el tabaco

Las palabras que usamos para describir enfermedades mentales y trastornos por uso de sustancias tóxicas (adicción al alcohol y otras drogas legales e ilegales) pueden afectar a los sentimientos de las personas y disminuir la probabilidad de que las estas personas busquen ayuda especializada e incluso podría afectar a la calidad de la ayuda que reciben.

Algunas investigaciones indican que el estigma (actitudes negativas hacia las personas basadas en características distintivas) contribuye de diferente forma a tener unos peores resultados de salud; en consecuencia, se ha identificado el lenguaje y el uso de las palabras como un foco crítico para estudios e intervenciones enfocadas a superar el estigma creado por el lenguaje y a superar estereotipos.

Los investigadores y los equipos médicos pueden ayudar a reducir el estigma eligiendo cuidadosamente las palabras que usan para describir las condiciones de salud mental y las adicciones y las personas que se ven afectadas por ellas. El lenguaje juega un papel importante en la configuración de los pensamientos y creencias de las personas, y la comunicación científica a veces puede ser un vector inadvertido de estereotipos y suposiciones dañinas. Utilizar un lenguaje y los términos científicamente precisos que presenten la experiencia de pacientes que padecen afecciones psiquiátricas sin devaluarlos puede afectar positivamente su autoestima y la forma en que son tratados dentro de la atención médica y en la sociedad en general.

Las enfermedades mentales y los trastornos por uso de sustancias tóxicas, incluyendo el alcohol y el tabaco, siempre han sido problemas de salud estigmatizados. A pesar de los avances de las últimas décadas en la educación de los equipos de atención médica y del público sobre los fundamentos genéticos y neurobiológicos de estas afecciones, el estigma persiste. Se considera que los esfuerzos para reducir el estigma son un componente importante para eliminar las barreras en la atención, especialmente dado que el 35% de las personas con enfermedades mentales graves en los EEUU, y casi el 90% de las personas con trastornos por uso de sustancias, no reciben tratamiento. El estigma es uno de los factores que pueden limitar la utilización de los servicios de salud y de tratamiento. Por ejemplo, las personas con un trastorno por consumo de alcohol, perciben un alto grado de estigma público hacia ellos y por su afección tenían aproximadamente la mitad de probabilidades de buscar ayuda en comparación con las personas que percibían un bajo grado de estigma.

Incluso los equipos y profesionales sanitarios a veces estigmatizan a las personas con enfermedades mentales. Ello puede reducir la probabilidad de que a las personas con enfermedades mentales se les ofrezca o reciban el tratamiento adecuado o se las remita para recibir atención especializada. Se están realizando esfuerzos para reducir el estigma de los profesionales sanitarios. En un estudio reciente, el testimonio de pacientes que se beneficiaron del tratamiento para enfermedades mentales redujo el estigma entre los estudiantes de medicina. Dichos enfoques podrían ayudar a mejorar la probabilidad y la calidad de la prestación en la atención de la salud mental.

Los efectos dañinos adicionales del estigma surgen cuando se internaliza, por las propias personas afectadas, lo que se conoce como autoestigma. Si sufren autoestigma disminuye significativamente el interés en buscar ayuda por problemas de salud mental. Las investigaciones muestran que el autoestigma impacta negativamente en la recuperación de las personas con enfermedades mentales graves al disminuir su autoestima y reduce su esperanza de recuperación, afecta a sus relaciones sociales y empeora sus síntomas psiquiátricos. Los estudios también sugieren que el autoestigma aumenta la conducta evitativa y el riesgo de suicidio y además reduce la adherencia al tratamiento.

El estigma que sufren las personas con trastornos por uso de sustancias ha demostrado que es difícil de superar. El público en general, sigue viendo estos trastornos como defectos de carácter o incluso como desviaciones, lo que contribuye a una mentalidad reacia al tratamiento incluso entre algunos médicos y otros responsables de la atención médica. La adicción es un trastorno cerebral, una enfermedad, y como tal, debe considerarse tratable como cualquier otra afección médica.

Hace más de una década, investigadores de Harvard realizaron un estudio pionero que muestra el poder de la elección de las palabras para determinar la motivación de los profesionales para tratar o no a las personas con trastornos adictivos. En un estudio que utilizó viñetas para explicar los casos, los médicos con nivel de doctorado en salud mental y adicción aconsejaban un castigo (por ejemplo una sentencia de cárcel) en lugar de un tratamiento para un personaje, cuando se describía que ese individuo “abusaba de sustancias” y aconsejaban terapia cuando se le describía que tenía un “trastorno por uso de sustancias”; todas las demás palabras de las descripciones eran idénticas. Este hallazgo se ha replicado con profesionales de la salud mental y en otros grupos.

Dada la persistencia de términos implícitamente estigmatizantes como “adicto”, “alcohólico”, “abusador”, etc., incluso en la literatura profesional, tal vez no sea sorprendente que la brecha de tratamiento sea aún mayor para los trastornos por uso de sustancias tóxicas que para otras afecciones psiquiátricas. A pesar de que Estados Unidos, está en medio de una crisis de opioides devastadora y ampliamente publicitada, y a pesar de la existencia de tres medicamentos eficaces para tratar el trastorno por uso de opioides, en 2019 sólo el 18% de las personas con el trastorno recibieron medicamentos para tratarlo; en el mismo año, menos del 2% de las personas con el trastorno por uso de opioides recibieron alguno de los medicamentos eficaces.

En 2019, más del 17% de las personas con un trastorno por consumo excesivo de alcohol u otras sustancias tóxicas informaron que no buscaron tratamiento debido a la preocupación de que sus vecinos o la comunidad tuvieran una opinión negativa de ellos. Además, las dolorosas experiencias previas de discriminación en entornos de atención médica pueden hacer que las personas con adicción eviten buscar tratamiento. Al igual que el estigma asociado a otras enfermedades mentales, el estigma en torno a la adicción se internaliza por el propio afectado como una fuente constante de vergüenza, y el angustioso aislamiento resultante puede conducir a un mayor consumo de sustancias.

El estigma en torno a los tratamientos para la adicción también es un problema. Por ejemplo, la creencia persistente de que los medicamentos agonistas para el trastorno por uso de opioides (metadona y buprenorfina) “simplemente sustituyen una adicción por otra” ha ayudado a perpetuar su baja implementación en los entornos de atención médica y en la justicia. El término ampliamente utilizado «tratamiento asistido por medicamentos» también estigmatiza estas farmacoterapias como menos que adecuadas por derecho propio y como distintas de los medicamentos para otras afecciones médicas, que simplemente se denominan medicamentos para tratar el cáncer, el VIH, la hipertensión, etc. “Medicamento para tratar el trastorno por uso de sustancias”, o más específicamente, “medicamento para tratar los trastornos por uso de opioides” o “medicamento para tratar el consumo excesivo de alcohol”, son los términos que deberían usarse. Se ha de tener en cuenta que, al igual que con otros trastornos mentales, existe un beneficio mutuo tanto de las farmacoterapias como de los tratamientos conductuales, psicoterapias, para los trastornos por uso de sustancias.

Lenguaje centrado en la persona

Las normas del lenguaje cambian continuamente y no todos los grupos de pacientes están necesariamente de acuerdo en los términos preferidos. Pero en términos generales, se alienta a los investigadores, médicos y otras personas que interactúan con los trastornos mentales y por uso de sustancias tóxicas, o se comunican sobre ellos a que reemplacen los términos y etiquetas que pueden ser potencialmente estigmatizantes por un lenguaje neutral y centrado en la persona. El lenguaje centrado en la persona refleja que el trastorno o la enfermedad es sólo un aspecto de la vida de una persona, no la característica definitoria.

Usando un enfoque centrado en la persona, por ejemplo, alguien debería describirse como “una persona con esquizofrenia” o “una persona con psicosis”, en lugar de ser descrito como “esquizofrénico” o “psicótico”. De manera similar, en lugar de describir a una persona con adicción a las drogas como un “adicto” o “abusador”, refiérase a ella como si tuviera un trastorno por uso de sustancias o una adicción; ambos son aceptables, incluso si el primero es más preciso. Del mismo modo, nos deberíamos referir a alguien como “una persona con un consumo de alcohol excesivo o tóxico ” en lugar de “un alcohólico”. Además, la palabra “alcohólico” no debe utilizarse como adjetivo; por ejemplo, el término “enfermedad hepática asociada al alcohol” debe usarse en lugar de “enfermedad hepática alcohólica”, para disminuir el impacto potencial del estigma en la atención de las personas con enfermedad hepática, incluidas las que necesitan un trasplante de hígado.

También se debe tener cuidado de evitar terminología que implique un juicio de valor negativo. Por ejemplo, al referirse al suicidio, se debe tener cuidado de decir “murió por suicidio” en lugar de “se suicidó”, ya que “cometer suicidio” connota criminalidad o pecado. Los intentos de suicidio tampoco deben describirse como “exitosos” o “infructuosos” (o “fallidos”). En su lugar, utilice “sobrevivió a un intento de suicidio”, tal como se podría describir a una persona que ha sobrevivido a un cáncer o a un ataque cardíaco.

De manera similar, en el contexto del uso de sustancias, las palabras “limpio” y “sucio” deben evitarse cuando se refieren a resultados de toxicología de drogas (es decir, análisis de orina negativos o positivos); tampoco debe usarse “limpio” para referirse a la abstinencia de drogas o en recuperación de un trastorno por consumo de drogas. Y lo que es más importante, la palabra “abuso”, tanto como sustantivo como verbo, debe reemplazarse por “mal uso” o simplemente “uso”. Aunque el “abuso” fue una vez una categoría de diagnóstico y todavía aparece como tal en algunas encuestas, su eliminación del DSM-5 en 2013 reflejó un cambio progresivo importante hacia la conceptualización de las personas con adicción como personas con una condición médica tratable en lugar de culpables de mala conducta.

En la literatura y en algunos sitios web (NIDA y NIAAA, en sus siglas en inglés) se encuentran disponibles pautas integrales para la comunicación sobre enfermedades mentales y trastornos por uso de sustancias de una manera no estigmatizante. Pero dado que los principios del lenguaje no estigmatizante no siempre son consistentes entre los grupos y dado que las normas del lenguaje cambian, es importante que los investigadores y las instituciones se relacionen directamente con las comunidades afectadas por las condiciones que estudian para comprender qué prefieren esas comunidades.

El estigma es particularmente difícil de eliminar, incluso con intervenciones educativas y de otro tipo, y el lenguaje cuidadosamente considerado es sólo una parte para abordarlo. Pero también es una de las formas más inmediatas en que los investigadores y otras personas que se comunican sobre las condiciones estigmatizadas pueden efectuar cambios. La terminología apropiada puede fomentar la información centrada en la persona, y que refuerce implícitamente que los individuos afectados merecen compasión y cuidado y también indica lo que la ciencia ha demostrado en este caso: que en muchos o en la mayoría de los casos, las enfermedades mentales y los trastornos por uso de sustancias tóxicas pueden ser tratados o manejados, y que las personas pueden lograr su recuperación.

 

Fuente: nature.com

Referencia: Volkow, N.D., Gordon, J.A. & Koob, G.F. Choosing appropriate language to reduce the stigma around mental illness and substance use disorders. Neuropsychopharmacol. 46, 2230–2232 (2021). https://doi.org/10.1038/s41386-021-01069-4

Artículo traducido y adaptado por ASSCAT