El pasado 12 de junio fue el Día Internacional del NASH (nonalcoholic steatohepatitis), enfermedad hepática por grasa hepática con inflamación y que puede provocar fibrosis hepática progresiva.

Posiblemente, por ser poco conocida, en algunos casos se diagnostica tarde, pero las personas que la sufren tienen riesgo de presentar complicaciones (cardiovasculares, metabólicas y/o cáncer). A usted, como experto, vamos a plantearle diversas preguntas relacionadas con dicha enfermedad que se podría llamar “hepatitis metabólica” o MAFLD (Metabolic Associated Fatty Liver Disease).

¿Cuál es su opinión sobre el cambio de nombre de la enfermedad?

MAFLD es el nuevo nombre diagnóstico que propone un comité internacional de expertos. Parece que hay un acuerdo para su denominación diagnóstica en castellano: “Esteatosis Hepática Metabólica”, aunque este tema aún está generando discusión.

Cuando se diagnostica una enfermedad hepática por grasa se aconseja un cambio en el estilo de vida (especialmente con el control clínico hepático y extrahepático y mediante dieta y ejercicio).

Ustedes en el Servicio de Digestivo del HUMV proponen un cuidado integral del paciente mediante una “clínica de rehabilitación” para el tratamiento y control de los pacientes, realizado por un equipo multidisciplinar (EMD) que estaría formado por diversos especialistas: médicos, enfermería, nutricionistas, rehabilitadores, farmacéuticos, etc. ¿Por qué?

Los pacientes necesitan un cambio en su estilo de vida. En el paciente leve recomendaremos la dieta y ejercicio en un gimnasio dirigido. En los pacientes más graves y que ya han presentado complicaciones es muy difícil un cambio radical y mantenido en el tiempo. Introducir cambios arraigados en la cultura de la persona puede ser difícil. Se debería llegar a acuerdos entre las especialidades médicas implicadas en el manejo.

En los pacientes que reciben un trasplante de hígado por NASH es importante tener en cuenta que las causas metabólicas, genéticas, socio-culturales… que les han llevado al NASH no desaparecen tras realizar el trasplante, y estos pacientes van a tener sobrepeso, obesidad, diabetes, hipercolesterolemia, hipertensión, etc., y es frecuente que persistan. Ello es un riesgo para el injerto y para la persona y vemos además que la enfermedad por NASH puede recidivar en el injerto. Una clínica de rehabilitación dedicada en particular a este tipo de pacientes también sería eficaz para los pacientes trasplantados.

Usted es un defensor de “aprovechar” la situación de pandemia por COVID-19 y la estrategia de vacunación masiva a la población para coordinar y realizar de manera simultánea un screening de hepatitis víricas con el objetivo de diagnosticar los “casos ocultos” que todavía no han aflorado.

Es cierto, pero aunque no se haga directamente el mismo día de la vacunación, la pandemia enseña cosas y la idea sería realizar la serología vírica cuando acudan a su ambulatorio. Seguramente precisarán alguna analítica de comprobación en relación con la COVID. Muchas personas acudirán a su médico, por ejemplo, antes de la 3ª dosis, para saber si están protegidos. El mensaje optimista es decir estamos ante una oportunidad para mejorar la Salud Pública y acabar con la pandemia por COVID, situación que también permitiría acabar con la hepatitis reforzando el screening de la población.

Actualmente estamos realizando el Programa Focus, financiado con una beca de Gilead. Se trata de hacer un cribado en 50.000 personas de 40 a 70 años de edad, con la determinación de los virus B, C y VIH.

¿Cómo ha afectado la pandemia a los colectivos de pacientes hepáticos que ustedes atienden? 

Se lo comentaré de forma desglosada, dependiendo de los colectivos más afectados. En primer lugar, hubo un retraso en el diagnóstico de los casos de hepatocarcinoma, no en un número elevado, pero con cierta gravedad, pues durante los primeros meses tuvimos retrasos asistenciales.

En segundo lugar, las personas que estaban esperando un trasplante hepático en España sufrieron demoras importantes al estar los centros y las unidades de cuidados intensivos focalizados y dedicados a pacientes con COVID. No había más camas y, además, el riesgo de contagio era alto tanto para los pacientes como para los equipos trasplantadores.

Otro grupo que se sabe que tiene mal pronóstico son los pacientes con cirrosis avanzada, con estatus Child C, puesto que tienen complicaciones y una mortalidad elevada, que es más alta que en la población general.

También mencionar, a aquellos pacientes con mal pronóstico por tener MAFLD, el enfermo con este diagnóstico, de sexo masculino, mayor de 50 años y con obesidad se ha comprobado que ha sufrido enfermedad por COVID más grave.

¿Cómo cree que se podrán recuperar las Unidades de Hepatología?

Se ha recuperado la actividad habitual en gran medida, los hospitales han funcionado bien, se ha desarrollado la telemedicina, mediante la que se ha podido atender a determinados pacientes en algunos casos y circunstancias particulares.

 

Entrevista publicada en la revista asscatinform@ nº23.